Cuando la persona que está afuera no importa…
Clara estaba sentada en la puerta de la casa. Era ya de noche, y la familia esperaba la visita de algunos amigos. Cuando llegó Nicolás, uno de los amigos invitados, se encontró con Clara. Ella lo miraba fijo a los ojos, mientras que él, también la miraba fijo a los ojos como si quisiera saber algo más de ella.
Ella no había sido invitada al agasajo. Por eso estaba sentada en el zaguán, fuera de la casa, como si su función fuese sólo ser guardián del lugar. Con ella nadie hablaba al entrar, sólo la miraban y le pasaban por el lado sin intercambio de ninguna cortesía. Ella sólo estaba allí, pero no participaba de ninguno de los temas de conversación de los presentes. Sin embargo, mejor era así, la vanidad de los puntos en discusión sólo ocupaban el tiempo y acompañaban las copas y el coctel.
Nicolás no entendía. A pesar de que era uno de los invitados especiales, y que participaba de las copas y el coctel, permanecía callado observando la concurrencia. Aunque en varias ocasiones intentó entrar en la conversación, no lo lograba. Claro, era de afuera. No era conocido por la concurrencia. Era distinto al grupo. Como confiar en él. No le conocen, por tanto, no hay razones para hablar con él.
Pero Nicolás sigue siendo él, y Clara sigue siendo ella. Él, sentado solo entre los presentes sin poder intercambiar alguna palabra con nadie. Ella, sentada en el zaguán sola.
“¡Buenas noches tengan todos!” Dijo Nicolás. Se retiraba intentando despedirse de los presente. No pasó nada extraordinario. Salió fuera y estando en el zaguán, frente a la puerta y a la presencia de Clara, silbó. “Linda, toma el último bocadillo.” Dijo a la perra azabache sentada en la puerta. Ella, agitando su cola lo recibió.
!Señor, tú sí nos conoces y nos recibes. Nuestro corazón canta las grandezas de tu presencia en medio de nuestras vidas!
SALMO RESPONSORIAL
Salmo 143
R. Guíame, Señor, por el camino recto.
Señor, tú me sondeas y me conoces:
me conoces cuando me siento y me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descaso. R.
Todas mis sendas te son familiares;
no ha llegado la palabra a mi lengua,
y ya, Señor, te la sabes toda. R.
me estrechas detrás y delante,
me cubres con tu palma.
Tanto saber me sobrepasa;
Es sublime, y no lo abarco. R.
¿A dónde iré lejos de tu aliento,
A dónde escaparé de tu mirada?
Si escalo el cielo, allí estás tú;
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro. R.
Si vuelo hasta el margen de la aurora,
si emigro hasta el confín del mar,
allí me alcanzará tu izquierda,
me agarrará tu derecha. R.