Sobre el Profeta Ezequiel




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domingo, 1 de abril de 2012

Domingo de Ramos

La celebración del Domingo de Ramos no es otra cosa que entrar espiritualmente a Jerusalén. Al entrar a la Ciudad Santa, hay que tener conciencia de lo que conlleva para así poder vivir la experiencia con intensidad. De esta forma toda la reflexión del Triduo Pascual puede redundar en abundantes frutos.
El que acoge la invitación de entrar en Jerusalén, sabe que allí se tiene que encontrar con la muerte de muchas cosas. Hay que necesariamente morir a estilos viejos que ya no son funcionales. Hay que morir a muchas actitudes humanas que no construyen nada. Hay que morir a placeres que no ayudan al desarrollo humano espiritual de la persona cristiana. Hay que morir a proyectos personales que envuelven egoísmos y avaricias que oprimen y destruyen al prójimo. En fin, son muchas las cosas que tienen que morir en el interior de la ciudad y ser enterradas en la oscuridad de la tierra para que así pueda levantarse del polvo el hombre nuevo y la mujer nueva. Esta nueva vida es la participación de la resurrección gloriosa de Cristo.


(Salmo 23)

¡Portones!, alcen los dinteles,
levanten las puertas antiguas:
va a entrar el Rey de la gloria.

¿Quién es ese Rey de la Gloria?
El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

¡Portones!, alcen los dinteles,
levanten las puertas antiguas:
va a entrar el Rey de la gloria.

¿Quién es ese Rey de la Gloria?
El Señor, Dios de los ejércitos.
El es el Rey de la gloria.