“Eres sal de la tierra y luz del mundo…”
(Mt 5, 13-16)
Durante esta semana de trabajo, estuve conversando con una muy buena amiga, y me comentó que le habían prestado una casa de playa y que la misma estaba disponible durante el fin de semana. Acordamos que podíamos formar un grupo de amigos para ir a la casa a compartir un rato, disfrutar las facilidades de la misma y a descansar.
El sábado en la mañana, me llamó un buen amigo para invitarme a una reunión que un grupo de hermanos en la fe efectúan una vez al mes con el fin de realizar reflexiones bíblicas, orar, compartir las experiencias de fe y de la vida diaria. Aunque me pareció muy interesante la actividad, y aunque me conmovió que hubiese pensado en mí para compartir con ellos en dicha reunión, le comuniqué que no iría porque ya tenía un compromiso.
Preparándome para salir a la casa de playa, las cosas fueron tomando otro giro. Mientras trabajaba con algunas cosas que debía dejar preparadas para la próxima semana, rumiaba la invitación que me habían hecho para el encuentro de reflexión bíblica y oración. Más tarde recibí una llamada y me comunicaron que el fin de semana en la casa de playa no iba a poder ser. Resultó, como en muchas ocasiones, que durante el camino se van presentando diferentes cosas que van cambiando los planes que realizamos. En mi pueblo hay un refrán que dice: “El ser humano propone y Dios dispone”… No se pudo llevar a cabo el fin de semana de playa que con tanta ilusión habíamos organizado.
Con toda humildad reconocí que debía cambiar de planes. Llamé al amigo que me había invitado para el encuentro de reflexión bíblica y oración, le comuniqué que el otro compromiso ya se había roto y que ya podía ir con él a la reunión.
Llegué a la reunión. No conocía a la señora de la casa. Me recibieron con entusiasmo y la acogida fue fenomenal. Compartimos la mesa con una suculenta sopas de pollo. Luego de la sobremesa nos sentamos en la sala de estar. Dijo uno de los presentes: “¿qué texto de la Biblia vamos a leer?”. Le respondí que podíamos leer el Evangelio correspondiente a la celebración de este domingo. Así fue, proclamamos y reflexionamos Mateo 5, 13-16:
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Ustedes son la sal de la tierra. Si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se le devolverá el sabor? Ya no sirve para nada y se tira a la calle para que la pise la gente.
Ustedes son la luz del mundo.
No se puede ocultar una ciudad construida en lo alto de un monte; y cuando se enciende una vela, no se esconde debajo de una olla, sino que se pone sobre un candelero, para que alumbre a todos los de la casa.
Que de igual manera brille la luz de ustedes ante los hombres, para que viendo las buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre, que está en los cielos”.
La palabra de Dios nos invita a darle sabor a la experiencia que vivimos en cualquiera de los lugares y ambientes en donde nos desempeñamos, sea la casa, el centro docente, el lugar de trabajo, la calle o simplemente en nuestro propio vecindario. Si no somos sal, si no damos sabor a la experiencia que vivimos, seguramente seremos pisados por la gente que nos rodean, puesto que cuando la sal se vuelve insípida sólo sirve para tirarla a la calle y que la pise la gente.
Además, somos luz del mundo. Este don que hemos recibido no lo podemos ocultar o proteger para el uso y disfrute de nosotros mismos o de los nuestros. Somos luz para alumbrar a todas las gentes. Ahora bien, ¿cómo somos luz en medio del mundo en el que vivimos? Somos luz en la medida en que ayudamos a esclarecer las tinieblas de la cultura de muerte en que vivimos. Somos luz cuando iluminamos la vida del más pequeño, del que no puede valerse por sí mismo, del desventajado y de aquel que sufre. Somos luz, cuando mostramos el camino de la verdad a quien no la conoce. Somos luz, cuando con nuestro testimonio de vida deslumbramos la vida de los demás transmitiendo el mensaje de luz que nos muestra el Evangelio.
Anda, no te quedes estático pensando en lo que vas a realizar después de haber leído este corto mensaje. Muévete y ve a dar sabor a Cristo a los otros y a ser luz del mundo en medio de las tinieblas del egoísmo, la mentira y el consumismo de hoy.