Sobre el Profeta Ezequiel




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domingo, 15 de enero de 2012

TRONCO SECO EN VERDOR


















(Paisaje de la llanura suroete de la Isla)

Soy tronco seco.
Y llevo por fuera la dureza
y la áspera corteza
que revienta al soplar la brisa.

Por dentro, los anillos
que cuentan mis años cortos
y la materia que absorto
siento vulnerable al cincel del artesano.

El verde de tus campos
me humillan ante mi sequedad
por la esperanza y la fertilidad
que las hierbas evidencian.

El cielo azul celeste en el firmamento
olvidando mi error me quiere envolver
buscando siempre querer comprender
los matices de un amor completo.

Me contemplo en el orden y la canción
de la naturaleza que me rodea
y en los aconteceres que jadea
el día a día del trabajo y la oración.

Resurjo en la semilla que ya cayó
y que se enraíza en el fértil terreno.
Volveré a la morada acogedora sereno
del avatar que al tronco y a la vida rayó.




sábado, 14 de enero de 2012


SAN SEBASTIÁN

Cómo llegó y quién trajo la devoción a San Sebastián, mártir del siglo III, es un buen tema para trabajar en otro momento. Ahora, solo nos limitaremos a dar uno breves datos históricos y biográficos sobre el soldado.

El mártir por la fe, fue soldado del ejército romano y del emperador Diocleciano, quien desconociendo que era cristiano, llegó a nombrarlo jefe de la primera corte de la guardia pretoriana imperial.


Vida y leyenda

Nació en Narbona (Francia) en el año 256, pero se educó en Milán. Cumplía con la disciplina militar, pero no participaba en los sacrificios paganos por considerarlos idolatría. Como cristiano, ejercitaba el apostolado entre sus compañeros, visitando y alentando a otros cristianos encarcelados por causa de su religión. Acabó por ser descubierto y denunciado al emperador Maximiano (amigo de Diocleciano), quien lo obligó a escoger entre poder ser soldado o seguir a Jesucristo.

El santo escogió seguir a Cristo. Decepcionado, el emperador le amenazó de muerte, pero Sebastián se mantuvo firme en su fe. Enfurecido, le condenó a morir asaeteado. Los soldados del emperador lo llevaron al estadio, lo desnudaron, lo ataron a un poste, y lanzaron sobre él una lluvia de saetas, dándolo por muerto. Sin embargo, sus amigos se acercaron y, al verlo todavía con vida, lo llevaron a casa de una noble cristiana romana llamada Irene (esposa de Cástulo, que lo mantuvo escondido y le curó las heridas hasta que quedó restablecido).


Sus amigos le aconsejaron que se ausentara de Roma, pero Sebastián se negó rotundamente. Se presentó ante el emperador, quien, desconcertado, lo daba por muerto, y le reprochó enérgicamente su conducta por perseguir a los cristianos. Maximiano mandó que lo azotaran hasta morir, y los soldados cumplieron esta vez sin errores la misión, tirando su cuerpo en un lodazal. Los cristianos lo recogieron y lo enterraron en la Vía Apia, en la célebre catacumba que lleva el nombre de San Sebastián. Murió en el año 288.







jueves, 5 de enero de 2012

Los Tres Santos Reyes Magos

Al contemplar el Cinturón de Orión, recuerdo la tradición que nos enseña que cada una de esas tres estrellas brillantes organizadas como si desde el firmamento desfilaran hacia nosotros, representan un rey. Sabemos que son tres los Magos de Oriente, por la ofrenda que realizaron al Mesías. Nos narra el Evangelio que los presentes fueron oro, incienso y mirra.

¿Qué nos puede significar regalos como estos hoy día? Primero, hemos de comprender lo contradictorio que puede parecer para algunos que se le brinde oro a quién prescindió de las riquezas para nacer en la extrema pobreza. ¿Para qué incienso y mirra en una sociedad cada vez con menos sentido religioso o cultual?

Oro. Para que comprendamos que quién vive el espíritu de pobreza puede poseer los bienes materiales, usarlos conforme a la necesidad e incluso compartirlos sin el afán de atarse a ellos.

Incienso. Para recordarnos lo trascendente, al Dios de la vida que ama plenamente haciendo nacer a su hijo de mujer para la humanidad. No olvidemos de dónde venimos y la invitación que se nos hace a caminar hacia el Padre.

Mirra. Para que no olvidemos la fragilidad que poseemos. No es nuestro proyecto personal que hemos de llevar a cabo, sino el proyecto de Dios en el mundo.

Me despido compartiendo unas palabras de Benedicto XVI con motivo de la celebración de la XX Jornada Mundial de la Juventud en Colonia, Alemania en el 2005: “Queridos jóvenes, ofrezcan también al Señor el oro de nuestra existencia, o sea la libertad de seguirlo por amor respondiendo fielmente a su llamada; eleven hacia Él el incienso de su oración ardiente, para la alabanza de su gloria; ofrézcanle mirra, es decir el afecto lleno de gratitud hacia Él, verdadero Hombre, que nos ha amado hasta morir como un malhechor en el Gólgota”.