Sobre el Profeta Ezequiel




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sábado, 25 de mayo de 2013

¡Siempre ahí!
 
Siempre te ha llamado la atención, pero has puesto tu mirada en otra cosa, sea por las prioridades a las que la vida misma nos empuja, por asuntos prácticos, temores o inseguridades. De pronto, te tropiezas con aquello que siempre te había llamado la atención, pero ahora tienes la oportunidad de abordarlo y vivirlo.
Resuelto, ahora estás trabajando con lo que quieres. Te sorprendes mientras recorres el camino con tus neófitos pasos al saber todo lo que te estabas perdiendo. De repente,  te sacude la sensación de que hubieses deseado vivir y hacer esto desde mucho antes.
¿Desventajado? No.
Hubieses querido estar allí desde el inicio. Cuando comenzó todo y cuando los protagonistas realizaron sus hazañas.
Ahora, ¿qué te corresponde? Pues, realizar los que te toca aportar. Eso lo tienes que tener muy claro y por eso debes trabajar arduamente. Sin descanso todos los días y tu vida girará en torno a eso. Serán los frutos de tu trabajo. Mientras más atendidos, más sabrosos.
Al concluir esta breve reflexión, quiero compartir las palabras del santo de Hipona que me vienen a la memoria al pensar sobre este tema:
 
“¡Tarde te amé,
hermosura tan antigua y tan nueva,
tarde te amé!
Y tú estabas dentro de mí
y yo fuera,
y por fuera te buscaba yo,
y me arrojaba sobre esas hermosuras
que tú creaste.”
 
(San Agustín de Hipona, Confesiones, X, 27-29.)
 
 
 
 
 
 

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