¡Siempre ahí!
Siempre te ha llamado la atención, pero has
puesto tu mirada en otra cosa, sea por las prioridades a las que la vida misma
nos empuja, por asuntos prácticos, temores o inseguridades. De pronto, te tropiezas
con aquello que siempre te había llamado la atención, pero ahora tienes la
oportunidad de abordarlo y vivirlo.
Resuelto, ahora estás trabajando con lo
que quieres. Te sorprendes mientras recorres el camino con tus neófitos pasos al
saber todo lo que te estabas perdiendo. De repente, te sacude la sensación de que hubieses deseado
vivir y hacer esto desde mucho antes.
¿Desventajado? No.
Hubieses querido estar allí desde el
inicio. Cuando comenzó todo y cuando los protagonistas realizaron sus hazañas.
Ahora, ¿qué te corresponde? Pues,
realizar los que te toca aportar. Eso lo tienes que tener muy claro y por eso
debes trabajar arduamente. Sin descanso todos los días y tu vida girará en
torno a eso. Serán los frutos de tu trabajo. Mientras más atendidos, más
sabrosos.
Al concluir esta breve reflexión, quiero
compartir las palabras del santo de Hipona que me vienen a la memoria al pensar
sobre este tema:
“¡Tarde te amé,
hermosura tan antigua y tan nueva,
tarde te amé!
Y tú estabas dentro de mí
y yo fuera,
y por fuera te buscaba yo,
y me arrojaba sobre esas hermosuras
que tú creaste.”
(San Agustín de Hipona, Confesiones, X, 27-29.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario