Sobre el Profeta Ezequiel




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domingo, 17 de noviembre de 2013


Mirar con atención la solidez de nuestra experiencia cristiana
Domingo 33 del Tiempo Ordinario

 

Casi al final de la reflexión guiada por el año litúrgico, se nos hace una invitación a mirar con atención la solidez de nuestra experiencia cristiana. Evaluar el camino recorrido nos lleva a valorar los que hemos realizado correctamente y a fortalecer las debilidades de cara al próximo ciclo.

Luego de la mirada que hemos de realizar sobre nosotros mismos y de nosotros con respecto al mundo, Jesús nos recuerda: “Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.”

Acto seguido Jesús nos advierte de dos peligros aparejados al trauma de la fugacidad de nuestra condición temporal. El primero consiste en pensar que las catástrofes naturales (terremotos, epidemias, etc.) y humanas (guerras y revoluciones) las provoca Dios para anunciar amenazante el próximo fin del mundo. Jesús en ningún momento atribuye a la acción de Dios esas desgracias. Más bien hay que entender que todas ellas son expresión de la limitación propia del mundo: de la limitación física (los acontecimientos físicos y naturales) y moral (las acciones del hombre, autor de guerras e injusticias). Unas y otras nos avisan de que no es posible poner en ellas nuestra fe y nuestra confianza definitiva.

El segundo peligro o tentación sobre el que nos advierte Jesús, es el de tratar de superar las intrínsecas limitaciones físicas y morales de nuestro mundo pero dentro de él, instaurando ya, sea por los puros esfuerzos humanos, sea por ciertas confluencias cósmicas, el paraíso en la tierra, una nueva era de paz y armonía, en la que se eliminen o minimicen al máximo todas las causas del sufrimiento humano, y que sería la única salvación a la que nos sería dado aspirar. Los falsos profetas que tratan de usurpar el nombre de Jesucristo, que dicen de múltiples modos “soy yo”, “el momento de la salvación está cerca”, han sido y son legión. Unos lo hacen en nombre de determinadas ideologías políticas, otros en virtud del progreso científico, otros, por fin, apelan a los movimientos de los astros (y hay quienes combinan en un coctel de frutas cuarzos-medallas-político-científico-mística-yoga-etc.). Pero acomodarse a este mundo pasajero como si fuera definitivo es una solución tan falsa como lo es desentenderse del compromiso con la vida cotidiana.

Mirar con atención la solidez de tu experiencia de vida cristiana.

 

 

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (21,5-19):

En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y las ofrendas votivas que lo decoraban.
Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.»
Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?»
Él contestó: «Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: "Yo soy", o bien: "El momento está cerca"; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida.»
Luego les dijo: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo. Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa mía. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.»


Palabra del Señor

 

 

 

 

 

 

 

domingo, 10 de noviembre de 2013


“SON COMO ÁNGELES; SON HIJOS DE DIOS, PORQUE PARTICIPAN EN LA
RESURRECCIÓN”.

Domingo XXXII del Tiempo Ordinario

 

Durante las últimas semanas del año litúrgico, las lecturas bíblicas nos invitan a la reflexión sobre nuestra vida, nuestro final terrenal y nuestra eternidad.

El moderno François de La Rochefoucauld, decía que la hipocresía como “el homenaje que el vicio rinde a la virtud”. Este es el caso de los fariseos, no obstante, en los saduceos encontramos una actitud distinta, que se asoma en el diálogo del Evangelio de hoy.

La acción cargada de malicia del saduceo no es la hipocresía, sino el cinismo, que se ríe abiertamente del bien, lo desafía y, en este caso, mira con desprecio y suficiencia la fe religiosa del pueblo y su esperanza en la resurrección. Al abordar a Jesús, usan una técnica similar a la de los fariseos para ponerlo en apuros.

La respuesta que les brinda Jesús está llena de sentido y sabiduría, y pone de relieve la debilidad interna del cinismo saduceo. En primer lugar, los saduceos han planteado mal la cuestión, trasladando a la situación de la vida futura las estructuras e instituciones que sólo tienen sentido en este mundo efímero y pasajero. “En esta vida, dice Jesús, hombres y mujeres se casan”, y podría añadir: “tienen hijos, acumulan riquezas, dejan herencias”. Es otra lógica, no es la lógica de nuestro mundo material, temporalizado, limitado y natural. La vida eterna es una vida plena, en la que todo lo bueno se conserva (se salva), al tiempo que se superan las limitaciones que aquí impiden la plenitud. Eso es lo que significa: “no se casarán, no pueden morir, son como ángeles, son hijos de Dios, participan de la resurrección” (que es lo mismo que decir, que participan de la vida del Resucitado, Jesucristo, Hijo de Dios).

Al final del evangelio está la clave para iniciar una reflexión que nos puede ayudar a comprender nuestra fe en la resurrección: Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob." No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos.»”

 


Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (20,27-38):


En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella.»

Jesús les contestó: «En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob." No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos.»

 

 

 

 

 

 

 

 

domingo, 3 de noviembre de 2013


Zaqueo es aguel…

Domingo 31 del Tiempo Ordinario
 

Zaqueo es aquel hombre de baja estatura, que se hace grande cuando reconoce la presencia de Jesús en el camino de la vida. Zaqueo es aquel hombre, que ya no necesita separarse de la multitud y treparse al árbol para divisar a Jesús, porque ahora lo lleva adentro. Zaqueo es aquel hombre, que permitió que Jesús se invitara a su casa. Zaqueo es aquel hombre, que aceptó que Jesús entrara en la intimidad de su hogar. Zaqueo es aquel hombre, que reconoció sus errores y decidió repararlos.

 

Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (19,1-10):


Jesús entró en Jericó e iba atravesando la ciudad. Vivía en ella un hombre rico llamado Zaqueo, jefe de los que cobraban impuestos para Roma. Quería conocer a Jesús, pero no conseguía verle, porque había mucha gente y Zaqueo era de baja estatura. Así que, echando a correr, se adelantó, y para alcanzar a verle se subió a un árbol junto al cual tenía que pasar Jesús.
Al llegar allí, Jesús miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja en seguida porque hoy he de quedarme en tu casa.»

Zaqueo bajó aprisa, y con alegría recibió a Jesús. Al ver esto comenzaron todos a criticar a Jesús, diciendo que había ido a quedarse en casa de un pecador.

Pero Zaqueo, levantándose entonces, dijo al Señor: «Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes; y si he robado algo a alguien, le devolveré cuatro veces más.» Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque este hombre también es descendiente de Abraham. Pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido.»


Palabra del Señor