La pedagogía de Dios
Un proceso pedagógico debe inspirarse en la pedagogía del mismo Dios, es decir, en la relación de amor y de encuentro que el padre quiso establecer con todos los hombres y mujeres.
Dios toma la iniciativa y nos ama primero saliendo al encuentro de su gente y de su pueblo. Puesto que ama, escucha su clamor y suscita la comunicación en el acontecimiento mismo desde el cual el pueblo lo busca (1). Dios se comunica a través de signos que son propios del lenguaje humano. Se comunica en cada situación que vivimos, las personas, los gestos, las palabras proféticas y otras. Asume tanto formas como contenidos y los llena de un significado nuevo, en un renovado impulso liberador. Él, acompaña la historia y el caminar itinerante de su pueblo por las calles y las plazas, por los campos y ciudades, por los montes y los desiertos. Respeta su libertad, espera una respuesta, propone los pasos a dar y al mismo tiempo, no deja olvidar el objetivo final; la meta que se procura alcanzar. En nuestra historia y a lo largo de su desarrollo, el pueblo va conociendo quién es su Dios y va madurando la autoconciencia de su identidad y de su misión. (2)
En mi pueblo se dice que se aprende en la calle. De la misma manera se habla de la universidad de la vida y sus repercusiones. Es cierto. No hay mejor proceso de enseñanza y de aprendizaje que este, porque ahí está Dios; en la gente. Claro está, …que tenemos que iluminar la asperezas de un proceso rústico que se da a orillas del camino…, pues sí. Esto, no desmerece la sabiduría de la gente de mi pueblo que ha sido irradiada por la pedagogía de Dios.
La expresión definitiva de esta pedagogía divina es Jesucristo, cuya encarnación aconteció en “la plenitud de los tiempos” (Gál 4, 4). Él mismo, en su persona, en su vida, en su modo de relacionarse con las personas, en su modo de obrar y de hablar, es el vehículo que Dios Padre quiere establecer para siempre con la humanidad. El es la fuente de toda pedagogía. Todo el contenido de su mensaje, es a su vez, una forma de trasmitirlo. Un ejemplo de ello es el género literario que conocemos como parábolas (Mt 13), exclusivo del Evangelio de Jesucristo en la Sagrada Escritura y en los escritos extrabíblicos.
Jesús en su ministerio público, dedicó cuidadosamente mucho tiempo a la formación de sus discípulos que luego envió a la misión. Se presentó ante ellos como el único maestro "Uno solo es vuestro Maestro, Cristo" (Mt 23,10) y también como un amigo paciente y fiel. Toda su vida fue una continua enseñanza, estimulándoles con preguntas les mostro un modo profundo de anunciar a los pueblos, les inició en una vida de oración con la vida seria y sencilla (Mt 7, 24; Lc 6, 47-49; Lc 11, 1-4). Además, Jesús les prometió y les envió el Espíritu Santo para que les guiara en la plena verdad y les sostuviera en los momentos de dificultad. Jesús es el maestro que revela a Dios a los hombres y mujeres con su propio rostro. Es maestro que habla, exige, conmueve, endereza, juzga, perdona, camina, sana y salva diariamente en la historia (Mt 11, 28-30). El es el Maestro en quien encontramos el modelo convincente para toda comunicación de fe. (3)
En fin la pedagogía que debemos cultivar en todas las dimensiones es una que sea una relación de amor y de encuentro entre el maestro y el alumno, entre el instructor y el estudiante, entre evangelizador y el evangelizando.
Cf.
(1) Catecismo de la Iglesia Católica, núms. 50-55.
(2) CELAM. Civilización del amor. Tarea y esperanza. Orientaciones para una Pastoral Juvenil Latinoamericana (Colombia: 1995), 183-184.
(3) Directorio para la Catequesis.
Un proceso pedagógico debe inspirarse en la pedagogía del mismo Dios, es decir, en la relación de amor y de encuentro que el padre quiso establecer con todos los hombres y mujeres.
Dios toma la iniciativa y nos ama primero saliendo al encuentro de su gente y de su pueblo. Puesto que ama, escucha su clamor y suscita la comunicación en el acontecimiento mismo desde el cual el pueblo lo busca (1). Dios se comunica a través de signos que son propios del lenguaje humano. Se comunica en cada situación que vivimos, las personas, los gestos, las palabras proféticas y otras. Asume tanto formas como contenidos y los llena de un significado nuevo, en un renovado impulso liberador. Él, acompaña la historia y el caminar itinerante de su pueblo por las calles y las plazas, por los campos y ciudades, por los montes y los desiertos. Respeta su libertad, espera una respuesta, propone los pasos a dar y al mismo tiempo, no deja olvidar el objetivo final; la meta que se procura alcanzar. En nuestra historia y a lo largo de su desarrollo, el pueblo va conociendo quién es su Dios y va madurando la autoconciencia de su identidad y de su misión. (2)
En mi pueblo se dice que se aprende en la calle. De la misma manera se habla de la universidad de la vida y sus repercusiones. Es cierto. No hay mejor proceso de enseñanza y de aprendizaje que este, porque ahí está Dios; en la gente. Claro está, …que tenemos que iluminar la asperezas de un proceso rústico que se da a orillas del camino…, pues sí. Esto, no desmerece la sabiduría de la gente de mi pueblo que ha sido irradiada por la pedagogía de Dios.
La expresión definitiva de esta pedagogía divina es Jesucristo, cuya encarnación aconteció en “la plenitud de los tiempos” (Gál 4, 4). Él mismo, en su persona, en su vida, en su modo de relacionarse con las personas, en su modo de obrar y de hablar, es el vehículo que Dios Padre quiere establecer para siempre con la humanidad. El es la fuente de toda pedagogía. Todo el contenido de su mensaje, es a su vez, una forma de trasmitirlo. Un ejemplo de ello es el género literario que conocemos como parábolas (Mt 13), exclusivo del Evangelio de Jesucristo en la Sagrada Escritura y en los escritos extrabíblicos.
Jesús en su ministerio público, dedicó cuidadosamente mucho tiempo a la formación de sus discípulos que luego envió a la misión. Se presentó ante ellos como el único maestro "Uno solo es vuestro Maestro, Cristo" (Mt 23,10) y también como un amigo paciente y fiel. Toda su vida fue una continua enseñanza, estimulándoles con preguntas les mostro un modo profundo de anunciar a los pueblos, les inició en una vida de oración con la vida seria y sencilla (Mt 7, 24; Lc 6, 47-49; Lc 11, 1-4). Además, Jesús les prometió y les envió el Espíritu Santo para que les guiara en la plena verdad y les sostuviera en los momentos de dificultad. Jesús es el maestro que revela a Dios a los hombres y mujeres con su propio rostro. Es maestro que habla, exige, conmueve, endereza, juzga, perdona, camina, sana y salva diariamente en la historia (Mt 11, 28-30). El es el Maestro en quien encontramos el modelo convincente para toda comunicación de fe. (3)
En fin la pedagogía que debemos cultivar en todas las dimensiones es una que sea una relación de amor y de encuentro entre el maestro y el alumno, entre el instructor y el estudiante, entre evangelizador y el evangelizando.
Cf.
(1) Catecismo de la Iglesia Católica, núms. 50-55.
(2) CELAM. Civilización del amor. Tarea y esperanza. Orientaciones para una Pastoral Juvenil Latinoamericana (Colombia: 1995), 183-184.
(3) Directorio para la Catequesis.
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