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viernes, 25 de junio de 2010


LA REFLEXIÓN…

Es el saber del saber.

Durante los últimos años he visualizado el concepto reflexión con la acción de desplegar y comprimir un acordeón.

Un acordeón es un instrumento musical de viento, de origen alemán, conformado por un fuelle, un diapasón y dos cajas armónicas de madera. Estas cajas de madera contienen, a su vez, otras cajas de madera más pequeñas en las que se encuentran los pitos. Estos son lengüetas metálicas que vibran con el aire y generan el sonido del acordeón. Para cada caja de madera juegan cierto número de llaves o teclas, para seleccionar los sonidos a emitir. Estas cajas de madera contienen unos conductos por los que pasa el aire a las cajas musicales directamente a través de los pitos que emiten las diferentes notas musicales.


Para hacer sonar una nota musical, basta con hacer fluctuar el aire abriendo o cerrando el acordeón mientras se presiona una o varias teclas. Dependiendo del tipo de acordeón, el sonido emitido puede o no variar al abrir y cerrar el acordeón mientras se presiona la misma tecla.

El buen músico sabe cómo hacer sonar armónicamente este instrumento musical. Pero, antes de continuar con esta comparación y su análisis, volvamos al concepto reflexión, el cual es el tema medular de este escrito.

Aquellos que se dedican a buscarle definiciones a los conceptos que muchas veces no son comprensibles para la gente del pueblo, lo realizan con mucho palabreo. Algunas de las definiciones que se presentan en distintas fuentes de referencias, aparecen sintetizadas a continuación.

Algunos entienden el concepto de reflexión, en cuanto retorno del pensamiento sobre sí mismo, sobre lo pensado por él y sobre el pensante. La reflexión es el ascenso regresivo a los presupuestos, condiciones y fundamentos de la conciencia como centro en el que se hacen posibles el pensamiento y su reflexión. La reflexión es por tanto la vuelta de la conciencia pensante a sí misma, la presencialización de sus estructuras trascendentales como puestas al descubierto de sus primeras formas de mirar, de su horizonte y de sus actos constitutivos.

Lo que sucede en el pensante cuando se lleva a cabo la reflexión, es lo mismo que observamos cuando se toca un acordeón. Se despliega el arrugado fuelle, como para dar a conocer lo que se tiene a la mano. Como lo hacemos cuando se mostramos el menú. Luego se recoge sutil y rápidamente el fuelle, como para querer conservar los necesario para lograr un armónico sonido. Para alcanzar una hermosa melodía tenemos que realizar esta acción consecutivamente siguiendo la clave y el ritmo correcto. En la medida que se logra, en este caso comparativo, impulsar la cantidad de viento correcto con la fuerza correcta por las cajas sonoras que albergan las lengüetas metálicas, que a su vibración hacen sonar el acordeón, se puede lograr la mejor reflexión. ¿Cuál es el viento que tenemos? Las ideas, el pensamientos, los conocimientos, toda aquella información que recibimos a través de los sentidos. ¿Cuál es la caja sonora? Nuestra mente y las herramientas que poseemos para conocer.

La reflexión a manera de acordeón es una mirada a lo esencial para reducir la noción o la percepción a lo necesario. Se trata de una abstracción de lo que nos sirve para conocer cuándo aspiramos a la certeza. Es, en definitiva, un saber del saber.


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