Sobre el Profeta Ezequiel




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domingo, 11 de septiembre de 2011

Conmemoración

Hoy es el décimo aniversario del ataque que perpetró el grupo extremista islámico AlQaeda. Recuerdo muy bien el día de los acontecimientos. Me encontraba conversando con un grupo de compañeros de clase en la cafetería de la universidad. Estudiaba el bachillerato en Administración de Empresas con una concentración en Recursos Humanos. Eran los días en los que las ideas empresariales y capitalistas afloraban en el marco de la seguridad de un pasaporte estadounidense.

En minutos, cambió todo el panorama futuro. No sabíamos que iba a suceder de ahora en adelante. No sospechábamos en qué periodo sociopolítico de la história estábamos entrando. No nos imaginábamos cuáles serían las consecuencias ni el proceso de recuperación del proceso vivido. Pero todavía no se había desplomado la primera torre y ya se rumoraba la emergencia nacional y los reclutadores tocaban las puertas y llamaban por teléfono a todos los que participábamos de las Becas Pell. Y cuando ya habían caído las dos torres, todos orábamos en la plaza central del complejo universitario por las víctimas del atentado y por la paz mundial.

Se organizaron muchos grupos de apoyo en la línea de las ciencias sociales y también religiosos. Poco a poco ya no nos reuníamos para dialogar sobre lo acontecido. Luego de varios meses se declaraba la guerra para Afganistán y más tarde a Irak por razones que nunca quedaron evidenciadas. Amén de la paz y la libertad.

Todavía muchos inocentes siguen muriendo: soldados del ejército estadounidense, iraquí y afgano. También siguen muriendo hombres, mujeres y niños a consecuencia de la guerra que más allá de alcanzar la paz y la libertad de los pueblos, buscan el control político y económico del petróleo; quizás.

Hoy muchos se han desbordado a la borda del complejo conmemorativo en donde antes del 11 de septiembre de 2001 estuvieron enclavadas las torres del Centro Mundial de Comercio. Allí recuerdan a todos los que cayeron. ¿Hombres y mujeres víctimas de quién?

¿Quién hoy recuerda y ora por las demás víctimas inocentes que han muerto en las tierras de oriente medio?

Finalmente, quiero concluir esta breve reflexión exhortando a lanzar una bomba de amor, como comentara una amiga en una red social ante la siguiente expresión que escribí esta mañana.

La capacidad destructora de una bomba, la dureza del acero y del hormigón y la fuerza devoradora del fuego; deben hacerle recordar al ser humano; que el mayor poder que poseemos está en amar como Dios nos ama.

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