CONMEMORACIÓN
DEL SESENTA ANIVERSARIO DEL FALLECIMIENTO
JUAN VICENTE
RAFAEL RIVERA VIERA (1884-1953)
Padre Rivera
Este próximo viernes 28 de junio de 2013
se cumplen 60 años del fallecimiento de Juan Vicente Rafael Rivera Viera.
Sacerdote puertorriqueño, mejor conocido como Padre Rivera, nació en Yauco el
27 de enero de 1884 y falleció en Humacao el 28 de junio de 1953.
Padre Rivera, llegó a Humacao hacia el
1922. Impactó profundamente la región oriental de la Isla durante la primera
mitad del siglo XX, especialmente la ciudad de Humacao, en la que vivió por un
periodo de 31 años, entregándose enteramente a la tarea pastoral. Fue un
sacerdote ejemplar que vivió intensamente la caridad pastoral dedicando toda su
vida al servicio de todos los hombres y mujeres de buena voluntad perteneciente
a todos los sectores sociales.
Fue un gran intelectual, poeta,
escritor, orador y distinguido predicador. Publicó varios libros, entre los que
se distinguen Carmina Sacra
(Barcelona: 1924) y Carmina Amaritudinis
(1925). En él, influyeron literatos modernistas, tales como Rubén Darío y José
de Diego. En la dimensión espiritual del devoto sacerdote, influenciaron los
clásicos de espiritualidad cristiana de Santa Teresa de Ávila y de San Juan de
la Cruz, ambos del siglo de oro español. Publicó también, en varios periódicos
y revistas regionales, tales como La
tempestad y EL registro colonial.
Además, dirigió desde 1923 la publicación del Almanaque de Humacao, en el que insignes intelectuales de la región
oriental escribieron importantes artículos que aportaron significativamente al
desarrollo socio-cultural de la zona este. Entre sus amigos y allegados se
encuentran personalidades como Águedo Mojíca, José Ferrer Canales, Juan Peña
Reyes, Marina Molina, Rafael “El Indio”
Fábery, Cruz Ortiz Stella y Antonio Agripino Roig entre otros. (Santiago Maunez
Vizcarrondo. Obra literaria del Padre
Rivera. San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1988.) (“El Oriental”. Versión digital del 27 de
enero de 2010 recuperado en: http://issuu.com/regionaldigital.com/docs/1616)
Antes de su muerte, ya muchos elogiaban la persona del Padre Rivera. Su amigo José Ferrer Canales escribió en el Almanaque de Humacao correspondiente al año 1948: “Lo primero que impresiona en el reverendo Padre Juan Rivera Viera es la vastedad de su cultura, su saber enciclopédico, su visión ecuménica. El daría su imagen para salvar al hombre de la crisis de hoy, al hombre en progresivo proceso de desintegración. Más de una vez se ha proclamado la necesidad de retornar al ideal renacentista de hombre íntegro y universal, con interés científico, con preocupación cívica profunda, capaz de emocionarse frente a una flor, un paisaje, una estatua armoniosa, una sonata o una sinfonía, el tipo humano que encarna perfectamente el Padre Rivera. […] Decía el profesor Federico de Onís que solo es digno de llamarse maestro quien haya sido capaz de darnos una lección de amor. Si el Padre Rivera nos ha dado tantas lecciones de claro amor, si es ingeniero de caminos de otros, si es educador en la iglesia y fuera de la tribuna y la sacristía, si ha servido a los padres y a los hijos de Humacao por veinticinco años, es él un verdadero maestro, un escultor de conciencias y de almas” (José Ferrer Canales. Visión Ecuménica y sentido de Patria en Juan Rivera Viera. En: “El Piloto”, 11 de julio de 1953, pág. 2).
En un editorial que publicó el periódico
El Imparcial, con motivo del
nombramiento del Padre Rivera como capellán penitenciario, se escribió: “¿Para qué decir, si todo el mundo tiene el
deber de saberlo, que el Padre Rivera es uno de nuestro hombres más eminentes?
El gran literato, poeta y políglota es una de las legítimas glorias
puertorriqueñas del presente. Puerto Rico estará siempre orgulloso de haber
tenido un hijo tan ilustre y tan modesto y sencillo…” (“El Imparcial”, 22 de
octubre de 1950).
El 30 de junio de 1953, se celebró la
misa exequial en el templo parroquial Dulce Nombre de Jesús en Humacao. Su
entierro se verificó en el cementerio público. Allí, más que todas las palabras
que se pudieran decir, su entierro le manifestó al pueblo puertorriqueño lo que
el Padre Rivera significó en la ciudad de Humacao. Allí estuvieron sus amigos y
feligreses del pueblo y de los barrios. También, asistió el Obispo de San Juan
y representante del Obispo de Ponce, sacerdotes diocesanos y religiosos, el
Gobernador de Puerto Rico y varios funcionarios gubernamentales vinieron a
darle el último adiós al eminente puertorriqueño (“EL Piloto”, 11 de julio de 1953, pág. 1). Sus restos actualmente
desde 1989, reposan en un nicho en la Concatedral Dulce Nombre De Jesús, según
fuese su deseo.
Las jóvenes generaciones deben conocer la
persona y el legado del Padre Rivera, sobre todo la juventud de la zona
oriental de la Isla, en especial los de Humacao. Deben conocer porqué un
complejo de vivienda pública, escuelas y calles llevan su nombre hoy día en la
Ciudad de Humacao. El Padre Rivera, además de un gran intelectual y padre
espiritual, fue un hombre de pueblo que promovió las sanas relaciones en los
diferentes ambientes: religiosos, académicos, culturales, políticos, sociales y
deportivos. Dejó un gran legado en letras publicadas y en el Almanaque de Humacao, fuente documental
que debe ser estudiada para conocer la historia de la ciudad que recibe al sol
diariamente para iluminar toda la Isla. Mantengamos viva la memoria de personas
que contribuyeron a la historia de Puerto Rico y a la formación espiritual y
cultural de nuestro pueblo. No podemos olvidar al Padre Rivera.
CODICILO
Por
el Padre Juan Rivera Viera
Cuando yo muera, hermana, no me
hagas
velorio en el hogar:
he oído y presenciado en tales
sitios
tantas cosas indignas de contar…
Tú, llévame a la iglesia
y en un rincón humilde
bien cerca del altar
mayor,
ponme a descansar…
y por la mañanita,
cuando el alba comience a
puntear,
una misa rezada
mándame a celebrar;
y enseguida, antes que amanezca
llévame a la necrópolis, sin más
alboroto y boato que tres o
cuatro amigos
(si los hay)
los necesarios
el féretro a cargar,
y entiérrame en la tierra
(mejor fuera del mar; )
y sobre mí, envuelto en mi
bandera,
la cruz como un ángel guardian…
Reza mucho por mí, hermana mía,
con palabras y obras,
¡que pronto, pronto nos volvamos
a encontrar!
(Fragmento
del original. “Almanaque de Humacao” (1944).
En: “El Piloto”, 11 de julio de 1953,
pág. 4)
Gracias por compartir la informacion...Es dificil conseguir poetas boricuas que no sean los tradicionales.
ResponderEliminar