¡Eah…
RAYOS!
Domingo 20 del Tiempo Ordinario
«He
venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que
pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he
venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de
cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el
padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la
hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.» (Lucas 12,
49-53)
Si hubiese leído este pasaje en otro
contexto y no supiera que el mismo es tomado del evangelio según san Lucas,
jamás hubiera pensado que se trata de las palabras de Jesús. Se habla mucho en
diferentes foros sobre lo pertinente, controversial y radical del mensaje de
Cristo, sin embargo, estamos acostumbrados a escuchar palabras bonitas que expresan
amor, que transmiten paz y esperanza. Ciertamente, Jesús habla del amor al
prójimo; y siembra la paz y la esperanza a quienes con sus palabras y acciones
impactó y continúa impactando hoy día.
Son muchas las situaciones difíciles que
vivimos día a día con nuestras familias y seguramente dichas situaciones se
reflejan en todas nuestras comunidades. La crisis económica, el trabajo y la
realidad que se vive en la calle, intentan ahogarnos en un gran mar de
conflictos que muchas veces no tienen una solución capaz de levantar al ser
humano de la miseria. Ante esta situación, muchas personas con una idea mágica
y otras con una genuina intención, acuden al mensaje de la buena noticia del
evangelio en búsqueda de luz para esclarecer las dificultades y trabajar
fuertemente para continuar hacia adelante en la vida alcanzando bondades y las
gracias necesarias para sí y su familia. No obstante, cuando nos encontramos con
palabras o expresiones como las que encontramos en el trozo del evangelio que
la liturgia nos presenta hoy, es posible que nos quedemos estupefactos, ante
tales términos.
Al intentar analizar este pedazo del
mensaje de Jesús, podemos pensar en un cinismo, ironía o sarcasmo. Pese, a lo sorprendentes
o pesadas que pueden parecer estas palabras, no se trata de un mensaje
contradictorio al mensaje de amor, paz o esperanza del cual están cargados lo
demás discursos de Jesús, sino de las consecuencias que tiene precisamente, asumir
de forma radical la propuesta del mensaje de amor, paz o esperanza que
transmite Jesús. Es que tomar decisiones en pos del seguimiento de Cristo y de
su evangelio, si bien pueden parecer algo bueno, para muchos, familiares y
amigos inclusive, es una decisión irracional, insensata o absurda. Pregúntame y
con gusto te responderé lo que piensan algunos parientes y amigos míos. De aquí
que Jesús diga: “¿Pensáis que he venido a
traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará
dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra
el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la
madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.”
A esto hay que decir que si bien una
decisión puede resultar conflictiva con el entorno, no es una decisión contra
nadie, sino a favor de todos, incluyendo a quienes difieren de nosotros por
diversas razones o criterios. Pues, quien sigue a Jesús debe estar dispuesto a
dar la vida por sus amigos y también por sus enemigos. Optar por seguir a Jesús
es beneficioso no sólo para el que realiza la opción, sino también para los que
se oponen a ella.
Por tanto, la decisión radical y difícil
a favor de Jesús y de palabra, es, al mismo tiempo, una decisión a favor de la
autenticidad de la propia vida y de los valores que dignifican y salvan la vida
humana. Es una decisión que redunda en amor, verdad y bien y como consecuencia;
en paz, esperanza y justicia para los que están a favor y para los que por
variados motivos, se oponen a nuestra elección.
Aprovecho para saludar afectuosamente a mis
amigos y amigas, con quienes hace mucho tiempo no puedo compartir las alegrías
y las tristezas como lo hacíamos en los años universitarios y de la pastoral
juvenil, aquella, la que proclamaba la palabra de una nueva generación. Tiempos
radicales. «He venido a prender fuego en
el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!
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