Un año que viene y otro que se va
Al concluir un año y con el advenimiento de nuevo año se suscita en muchas personas el deseo de reflexionar sobre las cosas vividas. El momento es oportuno para reflexionar desde lo más profundo del interior sobre las experiencias pasadas, las vividas en el presente y las que se plantean como futuras. En este sentido, se aprende del pasado porque toda experiencia, aunque haya sido negativa, engendra formas que pueden convertirse en un mecanismo que provoca madures humana y espiritual. Mirar las experiencias pasadas nos ayudan a ubicarnos en el lugar en que nos encontramos y ayudan también, a comprender que esas experiencias y acontecimientos son los que han llevado hasta el presente. El presente es para vivirlo con intensidad. Conocemos el pasado pero no sabemos nada del futuro, aunque si bien es cierto, que al obrar conforme a orden de nuestra propia naturaleza y conforme al querer de Dios, los resultados deben ser favorables de cara al futuro, el futuro sigue siendo un porvenir. No obstante ser humano construye su futuro día a día mediante sus pensamientos, palabras y acciones, y estas a su vez van moldeando el presente.
Es muy común que tracemos metas y establezcamos propósitos para el nuevo año. Esto es muy importante porque son motivaciones para continuar creciendo como seres humanos y además animan a continuar viviendo con intensidad y sentido cada instante de la vida. Sin embargo, muchas personas establecen metas y propósitos irreales e inalcanzables. Muchos ni tan siquiera comienzan a realizarlos y los que así lo hacen los olvidan prontamente. Por tanto, es importante que al establecer metas y propósitos para el nuevo año o la nueva etapa que te dispongas a vivir, sean reales y alcanzables. Para esto es necesario hacer un buen discernimiento, establecer prioridades y colocar los pies en la tierra. Mi recomendación es optar por metas a corto plazo que van construyendo un proyecto superior.
No podemos dejar a nuestro Padre Dios fuera de este proyecto, recordemos que Él es el artífice de todo y sin Él no podemos lograr nada. La oración, que es comunicación e intimidad con Dios, nos ayuda en el discernimiento y su Espíritu nos ilumina para poder encontrar el camino correcto.
Que el nuevo año podamos, con la bendición de Dios, lograr la Paz, defender la Vida y vivir el Amor.