Sobre el Profeta Ezequiel




Pensamientos. Filosofía. Teología.

Puerto Rico.

Poesía. Prosa. Ensayo. Cuento. Escritos. Cartas. Origines.

Preguntas. Crítica. Historia. Cine. Maravillas. Valores.

Política. Libros. Ocurrencias. Sentimientos...




jueves, 30 de diciembre de 2010

El Silencio

Desde el tiempo de Adviento que acabamos de vivir y durante estos últimos días de Navidad, he reflexionado mucho sobre la importancia y la bondad del silencio. Mucho se ha escrito y se ha reflexionado sobre el silencio, sobretodo tenemos el legado de los grandes los grandes maestros de la vida  espiritual del cristianismo y de otras experiencias religiosas. Les invito a realizar una búsqueda y a leer sobre el particular.


En este breve ensayo, no realizaré una exposición sobre el silencio, sólo mencionaré algunas de las formas en que se puede vivir la experiencia del silencio y motivarlos a vivirlo.

Se puede vivir el silencio interior aun cuando afuera haya un ruido ensordecedor. Esto no implica enajenarse de la realidad, sino ser contemplativo en medio de las faenas de todos los días, sea en la casa, trabajo o lugar de desempeño. Sin embargo, también se puede vivir el silencio exterior ubicándose en un lugar propicio para eso. Esto implica el retiro físico o recogimiento espiritual.

También podemos vivir el silencio del corazón y del pensamiento. Esto es llevar al corazón y al pensamiento aquello que recibimos a través de los sentidos y hacerlo vida desde ese mismo lugar. Del mismo modo, se puede vivir el silencio de los labios y de la voluntad, para esto es necesario una gracia mayor.

Nos enseña  Jorge Enrique Mújica, que el silencio es virtud desde el momento en que se busca, provoca la escucha de la voz divina y mueve a la acción de lo que esa voz pide. Es ahí donde, además, ese “hágase en mí según tu palabra”  y que nosotros repetimos de forma parecida en el “hágase tu voluntad” en el Padre Nuestro cobra sentido; porque ahora está abierto ya no a escuchar cuál es esa voluntad sino que además se ponen los medios para cumplirla, vivirla y transmitirla.

Para comenzar a vivir el silencio como una virtud, es necesario poner en práctica el silencio de los ojos que invita a ver lo que necesariamente se debe ver y no lo que pueda robarnos la paz y causar un desasosiego que distraiga la atención de lo esencial. El silencio de los oídos que nos motive a prescindir del ruido para poder estar atentos a los sonidos y muy especialmente a la sonora voz de Dios que quiere sutilmente retumbar en nuestro ser y orientar hacia el bien y hacia el conocimiento de su voluntad.

Para finalizar quiero compartir con ustedes unos versos de Mújica que son fruto del silencio que escucha al Silencio que habla, el de Dios:

Qué bien suena tu voz en el silencio.
Qué lucidez, qué dulzura, que clara.
Remanso de quietud,
invitación a la reflexión,
elocuente decir insinuado,
siempre velado, siempre velado.
Cómo impresiona tu silencio, Señor;
silencio de entrega,
silencio de espera,
silencio de Dios.
Cuánto provecho causa tu silencio…
Vienen a la mente las victorias vividas,
las derrotas sufridas,
las vigilias cansadas,
las alegrías encausadas,
los triunfos conseguidos…
Y la vida: su pasado, su presente
y su futuro…
Y Tú en silencio, pero siempre al lado.
Tú en silencio, mas acompañando.
Tú en silencio; fiel, fiel, fiel; siempre fiel.
¿Cómo no va a estremecerme tu silencio?
¿Cómo no va a ser fuente de cuestionamientos?:
¿a dónde voy, por qué existo,
de dónde vengo y para qué vivo?
Pero en Ti
-¡ay, cómo escucho tus gritos!-
todo esto tiene un sentido.
Señor de la boca callada;
Señor de las palabras tan amplias;
Señor de la voz disimulada;
Señor de cara blanca:
¡luna llena eucarística!
Y si esto me dices en silencio,
qué sería si de la otra forma hablaras.

(Sonidos del silencio).

No hay comentarios:

Publicar un comentario