Sobre el Profeta Ezequiel




Pensamientos. Filosofía. Teología.

Puerto Rico.

Poesía. Prosa. Ensayo. Cuento. Escritos. Cartas. Origines.

Preguntas. Crítica. Historia. Cine. Maravillas. Valores.

Política. Libros. Ocurrencias. Sentimientos...




lunes, 25 de octubre de 2010

EL ARTE

           Hace algún tiempo, cuando dialogaba con una colega sobre algunos datos históricos de las civilizaciones griegas y romanas. Entre los temas que surgieron en el diálogo, también se abordó el tema sobre las técnicas artísticas universales común a muchas culturas. Luego de ese diálogo, me quedé con la inquietud que me provoca saber, que existe entre mis estudiantes un concepto erróneo de lo que es esencialmente el arte.

El arte no tiene otro objetivo que no sea manifestar la belleza de la naturaleza. La naturaleza imita al arte. Nace de la precariedad del hombre. El ser humano percibe que en la naturaleza hay un grado de perfección  o de plena belleza que no la encuentra en sí mismo. Hay una necesidad de imitar lo contemplado. Se desea poseer lo que se carece. La racionalidad justifica el hecho de la imitación de la naturaleza. Es de este modo que el ser humano comienza a realizar sus manifestaciones artísticas expresando en ellas sus más primitivos deseos movidos por la necesidad de lo que se carece. Esto lo vemos evidenciado en la primera manifestación artística registrada por las civilizaciones humanas, lo que conocemos como arte rupestre. Esta belleza manifestada en el arte es la integración magnifica de la bondad, verdad y de la unidad. El arte se manifiesta utilizando medios que provee la naturaleza y algunas técnicas en un objeto, lo bello que se quiere imitar.

Como he expresado, el arte es la imitación bella de la naturaleza. La imitación es en este sentido admiración o posesión de lo que se carece. El término arte deriva del latín ars, que significa habilidad y hace referencia a la realización de acciones que requieren una especialización, como por ejemplo el arte de la jardinería o el arte de jugar al ajedrez. Sin embargo, en un sentido más amplio, el concepto hace referencia tanto a la habilidad técnica como al talento creativo en un contexto musical, literario, visual o de puesta en escena. El arte procura a la persona o personas que lo practican y a quienes lo observan una experiencia que puede ser de orden estético, emocional, intelectual o bien combinar todas esas cualidades. El arte realiza una abstracción de un detalle de la belleza o de lo más bello que la naturaleza manifiesta en su plena totalidad.

Cuando contemplamos en el objeto la belleza, observamos en el ser los atributos trascendentales. No hay dudas que esta contemplación causa una fruición que desencadena una felicidad que nos saca de nuestros límites y nos lleva a un goce del cual no queremos prescindir.

Cabe aclarar el concepto que poseemos de estética con relación al concepto arte. La estética es la teoría o el tratado de la sensibilidad. La vida estética tiene como objeto la belleza a través de los sentidos. La teoría de la sensibilidad humana (aristiqué) es la relación que tiene la vida estética con la humanización, con la realidad y con la libertad. La estética considera en primer lugar la sensibilidad separada del entendimiento. También de se entiende separada de la intuición todo lo que pertenece a la sensación con el fin de quedarnos con la intuición pura y con la forma del fenómeno, que es lo único que la sensibilidad puede dar a priori. Los clásicos griegos en el siglo A.C. trataron los temas de la belleza de lo sensible y de lo antropológico. En el siglo XVIII nace como disciplina independiente, por la obra del profesor Baumgarten. Entre los años 1750 y 1758, Baumgarten escribe el tratado sobre estética en dos volúmenes.


La apreciación del arte es descubrir a través de la contemplación lo bello. Lo bello radica en la sencillez. La sencillez en la obra de arte está en conseguir la máximo de contenido en un reducido cúmulo de medios.

“El arte es el canto de una privacn

domingo, 24 de octubre de 2010

Recordar…

De regreso a mi hogar, luego de haber pasado un domingo en la altura de la montaña, observé en el crepúsculo la luna llena saliente. La luna parecía dominar el paisaje en el horizonte. Parecía brillar de oro y matices tenues de anaranjados teñían las pocas nubes que recibían la noche en el firmamento. Entonces, cuando contemplaba el gran espectáculo, estalló en mi pensamiento un gran recuerdo acompañado de muchas escenas del amor más profundo sentido en mi vida. Y contemplé en esta luna sus ojos y en sus ojos su mirada… me ardió el corazón.

De este episodio, cuando ya había saboreado la belleza del recuerdo, pensé en el concepto recuerdo. Traje a la memoria, como a manera de descarga, la etimología de la palabra recordar.
La palabra recordar tiene su origen etimológico en el vocablo recordari que está formado a partir de los términos latinos re (de nuevo al objeto) y cordis (corazón). En este sentido, recordar es mucho más que traer a la memoria. Se trata, en el concepto latino, de traer de nuevo al corazón o que se está volviendo a pasar por el corazón.

En el mundo romano el corazón (cor, cordis), no era la sede de los sentimientos, como en algunos lenguajes se entiende hoy, sino el lugar en donde se encuentra establecido el pensamiento. Los antiguos romanos y griegos, en un momento dado, no situaban la mente en la cabeza (caput, capitis), ni en el cerebro (cerebrum), sino dentro del pecho.

En este sentido, la imagen que contemplé en el crepúsculo de la noche de este domingo, luego de haber disfrutado con mis amigos y sus familias las maravillas de la altura, me ayudó a pasar por el corazón las experiencias de un amor. Mañana es lunes y volveré a recordar con otro matiz como lo hago todos los días.

martes, 19 de octubre de 2010


LAS VIRTUDES[1]

La virtud puede definirse como el hábito de obrar bien. Las mismas perfeccionan las potencias operativas. La naturaleza de la virtud está en la prontitud de la voluntad para realizar el bien en cualquier situación dada. La virtud es una disposición habitual y firme para hacer el bien. Permite a la persona no sólo hacer actos buenos, sino dar lo mejor de sí.
“Todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta.”[2]

La necesidad de la virtud

Las potencias racionales, así también como las sensibles, en cuanto son dominadas por las racionales, tienen un amplio margen de indeterminación en su obrar: las mismas pueden tender a diversos objetos, algunos buenos y otros malos, y por eso necesitan una disposición accidentar que las determine hacia los actos buenos.

Para que se dé un acto humano bueno no basta la buena voluntad; es necesaria también la rectitud de las tendencias sensibles y el uso recto de las potencias exteriores. Los apetitos sensibles, por tener un movimiento instintivo propio, pueden revelarse frente a las potencias superiores, y necesitan ser perfeccionados por las virtudes morales. Las virtudes son necesarias para perfeccionar la libertad, porque quiebran en buena parte esa cierta indiferencia de la voluntad, que se ve, además, solicitada por los bienes aparentes que le presentan las pasiones desordenadas.

Las virtudes intelectuales

Las virtudes intelectuales inhieren y perfeccionan a la inteligencia especulativa o práctica. Las virtudes de la inteligencia son: el hábito de los primeros principios teóricos (intellectus) y morales (sidéresis); el hábito de considerar las cosas desde la Causa última de toda la realidad (sabiduría); y el hábito de estudiar las últimas causas de cada género de cosas descendiendo desde ellas a conclusiones lo que conocemos como (ciencias).

Modo de adquirir las virtudes
Las virtudes humanas se adquieren por la repetición de los actos. Estas potencialidades al ser movidas por una potencia superior, reciben de ellas una disposición, porque todo lo que es movido por otro, es dispuesto por el acto del agente. Si esta disposición se repite se hace estable y se genera al hábito. Existen algunos hábitos que pueden llamarse naturales porque proceden en parte de la naturaleza y en parte de los actos del hombre. estos hábitos son dos: el de los primeros principios especulativos (intellectus) y el de los primeros principios morales (sindéresis).

Las virtudes disminuyen y se pierden mediante la realización de actos contrarios a los propios de la virtud. La prolongada sensación de actos virtuosos puede ocasionar el debilitamiento e incluso la pérdida de la virtud.

Las virtudes cardinales

La palabra cardinal proviene de la voz cardo, que significa gozne. Se emplea para denominar una serie de virtudes porque son como la base o las que sostienen toda la vida moral a la que se reducen todas la demás virtudes. Se conocen como virtudes cardinales: la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza.

Se pueden considerar como virtudes generales porque se comportan como condiciones de cualquier acto de virtud: acierto en lo que hay que hacer (prudencia), armonizar lo propio y lo ajeno (justicia), ánimo que venza el temor al esfuerzo y las dificultades (fortaleza) y moderación de los impulsos (templanza).

Prudencia
La prudencia la podemos definir como la recta medida de lo que se ha de obrar. Inclina a la inteligencia a juzgar de acuerdo con la norma moral, acerca de los actos concretos de apetitos sensibles y voluntarios.

Justicia
La justicia es la virtud que se inclina a dar a cada uno lo suyo. Sus tres partes subjetivas son la justicia conmutativa, legal y distributiva: regulan, respectivamente, las relaciones entre los individuos.

Fortaleza
La fortaleza es la virtud que regula los actos o pasiones del apetito irascible, y tiene por objeto el bien arduo y difícil de conseguir. Modera según el dictamen de la prudencia, tanto el temor que inhibe de las obras por el esfuerzo que requieren, y la audacia temeraria que afrontan los peligros innecesarios.

Templanza
La virtud de la templanza perfecciona el apetito de lo concupiscible, que se dirige al bien deleitable, moderando los placeres corporales según el orden de la recta razón. Tiene la importancia de evitar que el hombre se sumerja por completo en lo material, haciendo posible que el alma quede libre para conocer y amar a Dios, ocuparse de los demás, desarrollar y una labor intelectual o profesional, etc.

Las virtudes teologales[3]

Las virtudes teologales adaptan las facultades del hombre a la participación de la naturaleza divina. Las virtudes teologales se refieren directamente a Dios. Disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad, al que tienen como origen, motivo y objeto. Las virtudes teologales son la fe la esperanza y la caridad. Las virtudes teologales fundan, animan y caracterizan el obrar moral del cristiano.

La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que El nos ha dicho y revelado. La esperanza es la virtud por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo. La caridad es la virtud por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por El mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios. La caridad es la expresión del amor.

VALORACIÓN PERSONAL


Dios ha creado al hombre racional confiriéndole la dignidad de persona humana dotada de la iniciativa y del dominio de sus actos. Estos actos los podemos realizar partiendo del don de la libertad. La libertad es el poder, radicado en la razón y en la voluntad, de obrar o de no obrar conforme a lo establecido como norma moral. La libertad es el hombre una fuerza dada para el crecimiento y para la maduración de la bondad y de la verdad. La libertad alcanza su mayor perfección o plenitud cuando está ordenada a Dios.

La libertad hace al hombre un sujeto moral o bien ético. Cuando el hombre actúa deliberadamente, es el padre de sus actos. Los actos humanos, es decir, libremente realizados tras un juicio de conciencia, son calificados moralmente como buenos o malos.

Para la realización de los actos se nos disponen las virtudes. Las virtudes morales se adquieren mediante las fuerzas humanas. Son los frutos y los gérmenes de los actos moralmente buenos. Disponen todas las potencias del ser humano para armonizarse con el amor divino: Dios.

No hay duda de la importancia que tiene el desarrollo de las virtudes, pues ayudan al hombre a organizar su vida guiada por las acciones necesarias y buenas. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas.

“El objetivo de una vida virtuosa consiste en llegar a ser semejante a Dios.”[4]

[1] Cfr. Rodríguez, A., Ética, Ediciones Universidad de Navarra, S. A. (EUNSA), Pamplona, 1989, 131-143.
[2] Cfr. Flp 4, 8
[3] Cfr. CIC. “las virtudes teologales”, núm. 1812-1829.
[4] Cfr. San Gregorio de Nisa, beat. 1
Icono Ruso sobre La Trinidad de A. Rublev que data del siglo XV.


Las cualidades del ser

El ser en cuanto ser
posee los trascendentales.
Son cuatro cualidades
que lo hacen resplandecer.

La primera es la unidad
de las partes integradas.
Es la cosa unificada
que no acepta dualidad.

La verdad es la segunda
de las cualidades. Se impone
a la inteligencia que propone
de sí, conformidad profunda.

La tercera es la bondad.
En todo lo que existe presente
por el mero hecho de ser ente.
Todo es bueno en realidad.

He aquí la belleza
Que es la cuarta cualidad
síntesis de la verdad y la bondad
que unifican la riqueza.

Dios es de personas la unidad;
de palabras, la sola verdad;
de los actos, suma bondad.
Es la belleza que otorga libertad.

lunes, 18 de octubre de 2010


Un comentario a “YO, TAMBIÉN”

Quiero compartir con ustedes una corta reflexión que he realizado a la luz del contenido de la película: “Yo, también”. La misma ha sido galardonada con más de diez premios de títulos internacionales. En ella se desarrolla la historia de Daniel, un joven sevillano de 34 años, quien es el primer europeo con síndrome Down que ha obtenido un título universitario. Comienza su vida laboral en la administración pública donde conoce a Laura, una compañera de trabajo. Ambos inician una relación de amistad que pronto llama la atención de su entorno laboral y familiar. Esta relación se convierte en un problema para Laura cuando Daniel se enamora de ella. Sin embargo esta mujer solitaria que rechaza las normas encontrará en él la amistad y el amor que nunca recibió a lo largo de su vida. (http://www.yotambienlapelicula.com/sinopsis.html)


He tomado tres frases de los diálogos del filme, alrededor de los cuales realizo una síntesis de mi reflexión. A continuación un esbozo de aquello que entiendo me hizo sentido.
Primera frese:

“Soy síndrome Down de los pies a la cabeza”

El primer paso es reconocerse tal cual somos. Es abrirse al autoconocimiento para descubrir todas nuestras virtudes y todas nuestras debilidades. Esta es la única forma en que podemos hacernos mejores seres humanos. Dice Ireneo de Lyon, uno de los padres de la Iglesia, que no se puede redimir lo que no se asume; es decir, aquello que no descubro en mi persona, no lo puedo elevar. No puedo resaltar mis virtudes y ponerlas al servicio propio y de los demás, si no las conozco. De igual manera, no puedo enfrentar y trabajar mis debilidades y defectos, si no los reconozco.


Cuando Daniel dice esta frase, en mi opinión, es el momento en que Laura comienza a fijarse en ella y busca reforzar su autoestima tan pisoteada por experiencias pasadas. Este es el momento en que ella se da cuenta que somos como somos…, que cargamos para siempre el pasado y por tanto hay que aprenderlo a cargar, que cuando amamos desde la recta intención se ama de verdad y se superan los obstáculos.


Daniel sabe que puede amar como él es, y Laura descubre que no es necesario teñirse el cabello de otro color y mudarse a una tierra lejana. No podemos engañarnos, eso no nos cambia. Nos cambia la voluntad fortalecida por el “soy verdaderamente así que nos transforma”.

Segunda frase:

“Para que tanto esfuerzo, si no voy a ser feliz”

Es la perseverancia versus la frustración.


Ante el desconcierto de recibir aquello que no esperamos en la vida y que sabemos nos la cambiará, muchos optan por transformar lo recibido. Esto requiere de un esfuerzo muy grande y en ocasiones sobrehumano. Muchos con el empeño y la perseverancia logran alcanzar la meta de transformación propuesta y otros mucho más. No obstante, algunos nunca lo logran y se resignan a “bregar” con lo que hay.


Ángeles, la madre de Daniel, pertenece al grupo de las mujeres luchadoras que logran transformar lo que pretenden. Pero como toda causa tiene su efecto, toda transformación también tiene su consecuencia. Claro que el mayor daño no lo vive ella en carne propia. Lo vive Daniel su hijo, desde un corazón sencillo que quiere amar, como ama y es amado su hermano. La felicidad personal y de los demás no se puede pretender cambiando las cosas y forzando el camino personal y de los demás. La felicidad personal y del prójimo se logra viviendo lo que hay que vivir con intensidad, elevándolo a un nivel superior, no desde la conformidad sino desde el compromiso.


El único esfuerzo es el de vivir plenamente, entonces no se produce ninguna frustración, desesperanza, ni infelicidad. Vive tu vida. No pretendas vivir la del otro ni darle el curso preferido.

Tercera frase:

“Somos amigos nada más…Y nada menos…”

No confundamos la gimnasia con la magnesia. Somos una sola cosa. No somos varias cosas ni mitades de ellas. Nuestras relaciones interpersonales jamás pueden ser, en la clave de una buena salud emocional y relacional, apariencias de algo.


“Somos amigos nada más…Y nada menos…”, significa que somos amigos en plenitud. “Somos amigos nada más”, no significa que somos amigos por compromiso o conformismo, sino porque lo somos. Esto es, amigos con todo lo significa eso. A los que considero que son mis amigos les digo que un amigo es custodio del alma. “Nada menos…”


No hay que forzar las cosas ni provocar que acontezca lo irrealizable. “Somos amigos nada más…Y nada menos…”

sábado, 16 de octubre de 2010


LA FELICIDAD

Ante todo, lo que puede expresar nuestra voz profética, en cuento a los acontecimientos de hoy, otra tarea ardua es definir el concepto felicidad. La pregunta más frecuente entre los que buscan vivir la felicidad es: ¿Cómo ser feliz en medio de tantos problemas?. A esta pregunta le sigue: ¿por qué no soy feliz? y ¿cuándo lo lograré?.

En mi opinión, lo primero que tenemos que realizar es conocer claramente el concepto felicidad. Esta tarea, sin lugar a dudas, trae como consecuencia que se suscite seguramente un debate complicado y controversial. El ser humano ha tendido durante mucho tiempo a perseguir la felicidad como una meta o un fin. Como resultado de esta búsqueda, todas las civilizaciones humanas han desarrollado diferentes formas de entender la felicidad.

Las diferentes culturas han coincidido en entender la felicidad como un estado de bienestar ideal. No obstante, parece ser que este estado de bienestar ideal, se compone de pequeños momentos, de experiencias y detalles vividos en el día a día. Lo que también parece ser común, en la opinión de quienes han experimentado la felicidad, es la futilidad, esto es, la capacidad de aparecer y desaparecer de forma constante a lo largo de toda la vida.

Lo segundo que tenemos que resolver es la controversia sobre dónde hemos de buscar la felicidad. Descubrir si se encuentra en los acontecimientos externos o en las disposiciones internas, en los elementos materiales o espirituales. La felicidad para John Locke es una disposición de la mente y no de las circunstancias de la vida.

La felicidad es un concepto con profundos significados que incluyen la alegría junto a otras muchas emociones manifestadas siempre de diversas maneras en cada persona. La felicidad no excluye el compromiso, la lucha, el reto e incluso el dolor.

La felicidad es la plenitud de la esencia y, como tal, es la meta final de la vida. Está enfocada según la diversidad de los casos como es la posesión de bienes, virtudes, conocimientos o de disfrute de placer.

La felicidad es motivación. La felicidad es la actividad dirigida a algo, el deseo de la búsqueda y del encuentro con las cosas esenciales de nuestra propia naturaleza. No es el logro ni haber obtenido lo deseado.

Para San Agustín la felicidad es beatitud. Es la plenitud del ser humano en la contemplación de Dios.

viernes, 8 de octubre de 2010


El Espacio

En el argot postmodernista, el concepto utilizado para hacer transiciones en los diferentes momentos que desea vivir la persona contemporánea, es el de espacio. Hablo de momentos que desea vivir la persona y no de etapas del desarrollo humano o etapas de vida, porque son periodos que la persona crea porque desea vivir experiencias particulares. Esto es diferente a las etapas naturales del desarrollo humano o etapas de vida que surgen de nuestra propia naturaleza. A continuación haremos un esbozo de lo que significa el concepto espacio en la clave profética que caracteriza este medio.

En la física el espacio es el lugar donde existen los objetos y los fenómenos físicos y donde estos tienen su posición y su dirección.

En la astronomía el espacio es la extensión del universo donde están contenidos todos los objetos sensibles. Entre ellos se encuentran los astros celestes y el resto de la materia espacial.

En la aeronáutica el espacio aéreo es la parte de la atmósfera donde tiene lugar el vuelo de las aeronaves y que está sujeto a la jurisdicción del Estado que cubre.

En las artes plásticas el término espacio se utiliza para denominar un sitio o lugar, siendo como consecuencia de esta situación que se use la palabra para referirse a los distintos ámbitos especialmente relacionados con el arte y la cultura en los cuales se congrega la gente para observar, contemplar, aprender e intercambiar cuestiones que hacen a estas materias y que precisamente se los conoce como espacios de arte o espacios culturales.

En la filosofía existe un campo de estudio especulativo que llamamos la filosofía del tiempo y del espacio. Esta es la rama que estudia los aspectos relacionados a la ontología, la epistemología y la naturaleza del espacio y del tiempo. Además hace reflexión sobre como el espacio interfiere en el tiempo.

En el amor, desde el pensamiento contemporáneo, el espacio es el escenario en donde se desarrollan las experiencias vividas entre las personas que se aman en cualesquiera de sus manifestaciones. Es la cercanía que hace crecer o que entorpece el crecimiento. Es el perímetro que provoca el éxito personal, profesional y espiritual; o bien el fracaso de lo mismo.

En este sentido los espacios personales o sociales los creamos para nuestra conveniencia. Además, parecen ser necesarios para divertirnos, despejarnos, satisfacer nuestras apetencias y sentir placer. En fin, creamos estos espacios para hacer lo que nos da la gana.

En mi opinión, el espacio personal o social que construimos es el ámbito íntimo de la comunicación, de la confidencialidad y de la solidaridad. Es el escenario del solo crecimiento sin que esto signifique la ausencia de dolores y momentos difíciles. El espacio personal o social, el lugar en el que el ser humano se hace con el otro; sea prójimo, familia, amigo o pareja; cada vez mejor ser humano.