Sobre el Profeta Ezequiel




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domingo, 24 de abril de 2011

EL SEÑOR HA RESUCITADO
¡ALELUYA! ¡ALELUYA!


Secuencia de Pascua
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Victima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.

¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua. »

Primicia de los muertos,
Sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.


AMÉN






viernes, 22 de abril de 2011

Ir como amigo a tu lado el día de tu pasión…

No es tu cruz la que llevas al hombro
acuñando el papel redentor.
Esa cruz que lacera tu espalda,
es mi cruz trasformada en tu amor.

Cuando digo, Jesús que te sigo
no es tan sólo por ver tu pasión,
es por ir como amigo a tu lado,
proclamando tu amor con mi amor.

El calvario es camino de muerte
cuando está desprovisto de amor,
pero Tú, recorriendo el camino,
lo convenientes en senda de amor.

Quiero ser cirineo en la ruta
salpicada de oprobio y dolor.
Quiero ser el amigo de siempre
atenuado el dolor con mi amor.

Si mi cruz no te sirve de nada
serviré para ser servidor.
Dame el turno y seré tu relevo,
llevaremos la cruz de los dos.

P. Javier Gutiérrez


Hice esta foto en el lugar de la crucifixion de Jesús y Santo Sepulcro en Jesrusalén
(2006) 






martes, 19 de abril de 2011

Las peregrinaciones durante la Semana Santa


La experiencia Cristiana desde sus inicios, aún cuando la comunidad apostólica todavía recibía las enseñanzas del Señor, es un constante caminar y un ir hacia fuera a encontrarnos con el Resucitado y a anuncia la buena noticia.

Una peregrinación es el viaje o un camino emprendido hacia un santuario o lugar sagrado con importantes connotaciones religiosas. Es también, un viaje efectuado por un creyente o grupo de creyentes hacia un lugar de devoción o un lugar considerado como sagrado según la religión de cada uno.

El término peregrinación proviene del latín peregrinatio y significa viaje al extranjero o estancia en el extranjero. Según los orígenes etimológicos, el peregrino es el expatriado o exiliado. Sea como fuere, es un extranjero desconocido en el país y privado de la asistencia de una colectividad. El desplazamiento, generalmente andando, de los hombres y mujeres hacia los lugares en los que entran en contacto con lo sagrado es una práctica común de todas las religiones y culturas. La peregrinación es un fenómeno casi universal de la antropología religiosa. El peregrino encuentra lo sobrenatural en un lugar preciso, en el que se participa de una realidad diferente a la realidad profana.

El pueblo de Israel caminó para salir de la esclavitud de Egipto. Caminó por el desierto siguiendo la voluntad de Dios hasta llegar a la tierra prometida. Por el camino Dios se fue mostrando y revelando a sus escogidos hasta que se constituyó una nación consagrada a Él.

Jesús también salió a caminar. Caminando anunció la buena noticia y realizó signos para que todos creyeran en él. Caminado cargó la cruz hasta el lugar de la redención.

El peregrino busca la fuente para saciarse: “como busca la cierva corrientes de agua viva, así te anhela mi alma Dios mío” (Salmo 62). Al regreso, el peregrino no se queda para sí con lo recibido, sino que lo comunica a otros.













Los Retiros Espirituales


Los Retiros espirituales, en sus distintas modalidades, han sido utilizados durante siglos por los cristianos para mejorar y crecer en ésta dimensión.
El ritmo de los acontecimientos de todos los días nos introduce fácilmente en un espiral de ruido y ajetreo, que hace difícil detenerse para reflexionar sobre nuestra fe y nos preguntamos: ¿cuál es el vacío que llevo? ¿qué o quién puede dar sentido a mi vida? Es como descubrir un vacío que la abundancia de cosas y la sociedad de consumo que vivimos, no logra calmar.
El corazón del ser humano es un espíritu que nunca acaba de sentirse plenamente satisfecho, ¿qué necesita? Un experto de la antigüedad cuyo desarrollo filosófico y teológico es muy actual, realizó una aventura del corazón para buscarle el sentido a la existencia humana en la clave de la experiencia cristiana. San Agustín, expresó con sencillez la experiencia de su búsqueda: “nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti”
Los días de retiro son días de paz y serenidad. La soledad y la tranquilidad libremente buscada, la meditación en torno a la figura y palabras de Jesús, su presencia eucarística en el sagrario hacen posible el diálogo y el encuentro personal de cada una y de cada uno con ese Dios que nos ama tanto.
Tres cosas fundamentales en las que merece la pena invertir una pequeña parte del tiempo de nuestra vida con la ilusión de mejorar y crecer humana y espiritualmente, como hicieron los cristianos de los primeros siglos son: conocer y amar a Jesús, conocernos a nosotros, hacernos capaces de amar de verdad a los demás.







domingo, 17 de abril de 2011

Dos formas distintas de entrar en la ciudad de Jerusalén


Con el Domingo de Ramos damos inicio a las celebraciones anuales de los misterios de la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Culminamos el camino que comenzamos a recorrer al inicio de la cuaresma con nuestra oración, nuestro ayuno y nuestras obras de caridad. El fin último de este caminar cuaresmal es celebrar llenos de la gracia de Dios y con el corazón inundados de gozo la Pascua del Señor.

La procesión de ramos que se realiza durante este día es memoria de la entrada que realizó Jesús a la ciudad Santa de Jerusalén al inicio de la celebración de la pascua judía.

Jerusalén está ubicada en la cima del Monte Sión. Es el lugar elegido para construir la ciudad que es signo de la nación santa que Dios ha elegido para él. Al contemplar esta ciudad amurallada, cómo canta el Salmo 121, contemplamos los palacios del Rey David como una prefiguración de la majestad del Reino de Dios instaurado por Jesucristo.

Al leer el texto bíblico según san Mateo que nos sugiere la liturgia para hoy, podemos ver cómo Jesús entra a la ciudad entre aclamaciones de júbilo y gozo, como un rey que entra en su ciudad para tomar su trono. Sin embargo, ésta no es la entrada triunfal de un rey a la que están acostumbrados los judíos. Ellos están acostumbrados al tipo de entrada triunfal al estilo de Poncio Pilatos.

Poncio Pilatos era el procurador de la Provincia de Judea en tiempo de Jesús. Él, vivía en Cesarea la Marítima y todos los años, para la celebración de la pascua judía, se trasladaba con su escolta militar a Jerusalén para aplacar las fuerzas revolucionarias en el caso de que se formara una revuelta judía en contra de las fuerzas imperiales. Su llegada estaba encabezada por el vibrar de tambores y el sonar de las trompetas que anuncian la llegada de alguien importante. Su formación estaba flanqueada por los estandartes de los signos de Roma. Su escota estaba compuesta por su mejores militares que portaban capas, lanzas y espadas para demostrar su invencible fuerza bélica. Su cabalgadura digna de un gobernante que vela por los mejores intereses de un rey. Además, le acompañaba sus bienes,  servidumbre, esclavos.

No obstante, la entrada de Jesús en Jerusalén no se realiza como la de ese tipo de rey. Sin escolta, ni ejércitos, ni lanzas, ni espadas, ni esclavos. En eta ocasión el Rey entra de la forma más humilde, con cantos de alabanzas realizados por los más jóvenes, mujeres y hombres comunes que llevan ramas en sus manos que agitándolas gritan: “¡Hosanna, Hosanna!”. Jesús entra montado en un burro. Su único lujo son los mantos que colocan el suelo al pasar. Viene a cumplir son su misión: implantar el reino y a salvar a toda una muchedumbre.

Podemos compara para nuestra reflexión la entrada triunfal de un gobernante de un reino material y temporal; y la entrada de un Señor de un reino que no es de este mundo. Entonces podemos comprender el canto de la carta de San Pablo a los Filipenses 2, 6-16:

“Cristo, siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina, sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres.
Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que, al nombre de Jesús, todos doblen la rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y todos reconozcan públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.”





sábado, 16 de abril de 2011

Se caen las flores rosadas de los robles...


En plena primavera, florecen anualmente los robles de nuestra Isla. Algunos más robustos, otros menos, matizan el paisaje con el rosado color de sus flores.  Viéndolos en los jardines y en el campo naturalmente germinados, me sorprende la belleza de las copas ovaladas sobrepuestas, unas a otras, cuando son varios. Y, cuando es sólo uno el que preside el jardín, la plaza o el parque, corona la perfección con la misma forma, más definida y con mayor encanto.

En el suelo, veo como a manera de alfombra de medio oriente, las otras flores que han sido extirpadas de los tallos de la copa. Las extirpó el viento, el peso o quizás el tiempo. Seguro que ellas no quisieron nunca caer al suelo. ¿A quién le gusta caer al suelo? Que yo conozca; a nadie, pero yacen en el suelo. Ellas, ya no embellecen el jardín desde la copa del árbol, ahora lo embellecen desde el suelo, porque siguen siendo flores, aunque extirpadas de sus tallos.

Germinamos en el mejor y más perfecto lugar. Florecemos en el lugar correcto por el esfuerzo y el trabajo realizado. Embellecemos nuestra propia existencia y la de muchos que nos rodean o la de quienes tenemos a diario contacto. La verdad de las flores rosadas del robusto o joven roble se expone anualmente a la mirada de todos. Esa misma verdad se expone a las inclemencias del clima. Y en muchas ocasiones no tan solo son atentadas por las tormentas, sino que también, son asesinadas por la mano segadora del tiempo.

Pero el viento, que sopla para donde quiere, en algunas ocasiones te hace caer al suelo. El problema no es caer al suelo sea árido, o sea fértil. La dificultad es levantarse del suelo para ir al lugar oportuno que corresponde después de haber sido extirpado del tallo de la copa de roble. Ya no engalanas la copa del árbol, pero embelleces el suelo. Todavía eres la rosada flor del robusto o joven roble. En el suelo, pero flor.

domingo, 10 de abril de 2011

Les infundiré un espíritu nuevo y vivirán

En ésta quinta semana del tiempo cuaresmal, la liturgia de la palabra nos ilumina con la primera lectura dominical, tomada del libro del profeta que motivó este blog. El profeta Ezequiel le dice al pueblo en nombre de Dios, de quién procede lo que sólo el profeta comunica, que en medio de tanta destrucción, corrupción y muerte, habrá vida en un terreno nuevo. Estas son palabras de esperanza, no tan sólo para el pueblo que vive en el exilio, fuera de la tierra de su patria, sino que también son palabras de esperanzas para nosotros hoy.
En el contexto del tiempo cuaresmal, la lectura nos ubica en la reflexión ante la proximidad de la celebración de la Pascua del Señor. Es una invitación a continuar firmes en el camino que recorremos confiados en que el Señor nos dará una nueva vida por la acción de su espíritu.
Por otro lado en el contexto histórico que estamos viviendo, el profeta nos invita a vivir la esperanza. ¿Pero cómo vivir la esperanza en medio de tantos acontecimientos negativos que vivimos cada uno de nosotros en medio de esta sociedad? Pues, tenemos que acudir a la fe. Tenemos que confiar que el Señor con su espíritu nos capacita para también ser profetas en medio de nuestro pueblo para anunciar y promover la vida. Anunciando y promoviendo la Vida, la Resurrección y una experiencia nueva en Cristo Resucitado, entonces, podremos dar un giro que provoque un cambio en nuestro pueblo.
Al final, comprobaremos que el Señor no nos abandonó y que siempre estuvo con su pueblo.




Esto dice el Señor Dios:
“Pueblo mío, yo mismo abriré sus sepulcros, los haré salir de ellos y los conduciré de nuevo a la tierra de Israel.
Cuando abra sus sepulcros y los saque de ellos, pueblo mío, ustedes dirán que yo soy el Señor.
Entonces les infundiré a ustedes mi espíritu y vivirán, los estableceré en su tierra y ustedes sabrán que yo, el Señor, lo dije y lo cumplí”.
(Ezequiel 37, 12-14)








domingo, 3 de abril de 2011

“Si es pecador, yo no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo”.

Este cuarto domingo de cuaresma la liturgia de la palabra nos presenta el pasaje del ciego de nacimiento (Jn 9, 1-41). Con respecto a lo que puede representar la ceguera para cada uno de nosotros hoy, podemos decir muchísimas cosas. También, podemos realizar una gran reflexión diciendo cuáles son nuestras cegueras y cuáles son las formas en que podemos conseguir ver la luz que necesitamos para orientar nuestra vida espiritual. Además, podemos juzgar la forma en que se le trató al ciego de nacimiento luego de recobrar la visión y compararlo con la experiencia que vivimos hoy ante una situación similar en el ámbito social o religioso.
Hoy, sólo quiero plantear y compartir brevemente un fragmento de mi reflexión sobre este texto. Quiero mostrar la siguiente perspectiva realizando las siguientes preguntas: ¿Cómo vivimos los acontecimientos de todos los días? ¿Vemos en ellos el obrar de Dios? ¿Nos fijamos en la acción del prójimo con relación a nosotros?
Hago estas preguntas, porque ante el milagro que acontece en las vidas de muchos de nosotros, surge frecuentemente la duda. ¿Es que no es suficiente ver y contemplar los resultados que son en sí mismos la mejor evidencia? Claro, es que necesitamos, en casi la totalidad de las ocasiones los detalles de un fenómeno extraordinario para reconocer ahí, la presencia de un milagro.
El ciego de nacimiento, que apenas estaba comenzando a ver los primeros detalles de todas las cosas sensibles que existen, no juzgaba a la persona que lo ayudó por su estilo de vida, ni por grado de espiritualidad, ni tan siquiera por su moral vivida. Sólo, el ex-ciego de nacimiento, tenía como evidencia, el milagro acontecido en él mismo. Al interrogatorio, el ex-ciego de nacimiento responde: “Si es pecador, yo no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo”.
Si algo tenemos que aprender, es saber leer en los acontecimientos de todos los días el obrar de Dios. Además, tenemos que reconocer la santidad y el don que el Espíritu de Dios ha depositado en nuestro prójimo. ¿Cuántas veces lo rechazamos, despreciamos y arrinconamos?
Recordemos que la acción de Cristo continúa hoy día en la Iglesia y nosotros somos la Iglesia. Es decir, es a nosotros a quienes nos corresponde continuar comunicando el mensaje del Evangelio. Ciertamente, quizás no vivimos a la altura que debería vivir un cristiano, pero estamos en ese proceso de realizar cada vez, un esfuerzo mayor para alcanzar el lugar esperado. No obstante, estamos llamados a realizar un papel en la misión de evangelización y al igual que nosotros, muchos otros hermanos y hermanas. No juzguemos su idoneidad. ¿Quiénes somos para eso? “Si es pecador, yo no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo”. Hagamos reflexión.



Evangelio según San Juan 9, 1-41:

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. [Y sus discípulos le preguntaron: "Maestro, ¿quien pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?" Jesús contestó: "Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo."
Dicho esto,] escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: "Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado." Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: "¿No es ése el que se sentaba a pedir?" Unos decían: "El mismo." Otros decían: "No es él, pero se le parece." Él respondía: "Soy yo."
[Y le preguntaban: "¿Y cómo se te han abierto los ojos?" Él contestó: "Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver." Le preguntaron: "¿Dónde está él?" Contestó: "No sé."]
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: "Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo." Algunos de los fariseos comentaban: "Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado." Otros replicaban: ¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?" Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: "Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?" Él contestó: "Que es un profeta."
[Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: "¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?" Sus padres contestaron: "Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse." Sus padres respondieron así porque tenían miedo los judíos; porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: "Ya es mayor, preguntádselo a él."
Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: "Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador." Contestó él: "Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo." Le preguntan de nuevo: ¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?" Les contestó: "Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?; ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?" Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: "Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde viene." Replicó él: "Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder."]
Le replicaron: "Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?" Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: "¿Crees tú en el Hijo del hombre?" Él contestó: "¿Y quién es, Señor, para que crea en él?" Jesús les dijo: "Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es." Él dijo: "Creo, señor." Y se postró ante él.
[Jesús añadió: "Para un juicio he venido ya a este mundo; para que los que no ve vean, y los que ven queden ciegos." Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: "¿También nosotros estamos ciegos?" Jesús les contestó: "Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado, pero como decís que veis, vuestro pecado persiste."]