Sobre el Profeta Ezequiel




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domingo, 1 de septiembre de 2013


UN SÁBADO TAMBIÉN
Domingo 22 del Tiempo Ordinario

Un sábado, como el de ayer, en el que me disponía en horas de la tarde a ver las noticias a través de un canal de televisión europeo, presencié las imágenes de cientos de hombres, mujeres y niños heridos, quemados y muertos a causa de un ataque bélico a civiles con el uso aparente de químicos en un país de medio oriente. Horribles las imágenes del video tomadas desde el lugar de los hechos en medio del bombardeo y ráfagas de tiros.

Estupefacto y ruborizado con las imágenes, que al verlas no podía creerlas. ¿Qué puede justificar tanta violencia? ¿Qué puede justificar tantas víctimas inocentes? ¿Por qué un deseo pertinaz de constante guerra?

Al observar las imágenes que mostraban a los niños heridos y a los miles de ellos huérfanos y refugiados me preguntaba: ¿cómo recuperarse de tanto dolor, traumas, pérdidas, necesidades y sufrimientos? Cargando todo esta desgracia en mi mente, poco después de ver el reportaje noticioso, me trasladé a la tranquilidad de mi habitación y sentado en la comodidad de mi escritorio, que de hecho no es un escritorio, ni tampoco es muy cómodo; me traté de concentrar para leer el evangelio que corresponde para este domingo.

¿Qué les puedo decir?

¿Cómo iluminar la realidad de ésta guerra en medio oriente con el evangelio que se leerá en todas las liturgias de este domingo en todas partes de mundo?

Se me ocurre pensar que muchas personas maltratan, pisotean y se marginan la vida de los vulnerables e inocentes; al intentar ocupar los puestos privilegiados o al competir por obtener los estamentos de poder. A ellos no les importa el daño producido, puesto que solo piensan en sí mismos y en llevar a término sus agendas políticas, económicas o religiosas.  Ante esto, con frecuencia somos muchas veces indiferentes y hasta aplaudimos la sociedad que idolatra los primeros puestos y los estamentos de poder. No es hasta que nos toca muy de cerca el dolor que provoca el pisotón de aquel que se cree más fuerte.

Jesús nos enseña que el banquete debe servirse para los “pobres, lisiados, cojos y ciegos”. Hoy, tenemos como un deber invitar a los hombres, mujeres y niños víctimas de la guerra. Si acaso alguien piensa que no es real atender directamente las necesidades de los hombres, mujeres y niños víctimas de la guerra en oriente medio, pues que lo haga con las víctimas de la guerra que se batalla todos los días en las calles de nuestro pueblo.

 
Evangelio

 Lectura del santo evangelio según san Lucas (14,1.7-14):

Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola: «Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá: "Cédele el puesto a éste." Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: "Amigo, sube más arriba." Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»

Y dijo al que lo había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.»

Palabra del Señor
 
 
 
 
 
 

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