Sobre el Profeta Ezequiel




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domingo, 15 de septiembre de 2013


¡Vamos a celebrar!
Domingo 24 del Tiempo Ordinario


Asfixiados por el capitalismo y con las nociones incorrectas que tenemos sobre justicia, derecho, deber y perdón; se nos hace muy difícil seguir la lógica y comprender el mensaje de Jesús.

En el evangelio que se nos propone para este domingo, tenemos en primer lugar cuatro parábolas. Una parábola es un modo de enseñar que utilizó Jesús en su predicación. Están contenidas en la Biblia y las podemos designar como una forma literaria que consiste en un relato figurado del cual, por analogía o semejanza, se deriva una enseñanza relativa a un tema que no es el explícito. Es en esencia, un relato simbólico o una comparación basada en una observación verosímil. La parábola tiene un fin didáctico y podemos encontrar un ejemplo de ella en los evangelios, donde  Jesús narra muchas parábolas como enseñanzas al pueblo.

En segundo lugar, podemos tomar las primeras tres, de las que podemos decir que el mensaje principal está en la importancia que tiene comprender que Dios nos ama a todos y nos quiere salvar a todos. No hay exclusividades, pero sí una predilección especial por los desventajados, los pobres en todas sus manifestaciones y los “perdidos”. Pienso que los perdidos son los que han tomado la ruta equivocada y no han podido llegar al lugar de encuentro con Dios, por lo que él sale al encuentro y a la búsqueda de ellos. Este esfuerzo de búsqueda y encuentro es, desde mi perspectiva, la acción más excelsa de toda actividad misionera.

En tercer lugar tenemos la cuarta parábola a la que se le designa tradicionalmente con el título de la “Parábola del hijo pródigo”. Yo prefiero llamarla: Parábola del padre que perdona y nos celebra. La misma no se aleja del mensaje de las tres parábolas anteriores. No obstante, contiene otros elementos que amplían la enseñanza y la reflexión.

Sobre ésta parábola, además de compartir el título que yo utilizo para ella, el cual pienso que es muy provocador, quiero compartir cuatro aspectos con el fin de animar la reflexión personal de quienes leen estas notas y para pensar por un buen rato.

1.      La ropa nueva significa…
2.      El anillo en la mano es símbolo de…
3.      Las sandalias en los pies para…
4.      El banquete satisface nuestros deseos de…

“Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.»”

 

 

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (15,1-32):

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.»

Jesús les dijo esta parábola: «Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido." Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para decirles: "iFelicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido." Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.»

También les dijo: «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna." El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba comer. Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros." Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebramos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado." Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud." Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tu bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado." El padre le dijo: "Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."»


Palabra del Señor
 
 
 
 
 
 
 
 

 

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