¡Vamos a
celebrar!
Domingo 24 del
Tiempo Ordinario
Asfixiados por el capitalismo y con las
nociones incorrectas que tenemos sobre justicia, derecho, deber y perdón; se
nos hace muy difícil seguir la lógica y comprender el mensaje de Jesús.
En el evangelio que se nos propone para
este domingo, tenemos en primer lugar cuatro parábolas. Una parábola es un modo de enseñar que
utilizó Jesús en su predicación. Están contenidas en la Biblia y las podemos
designar como una forma literaria que consiste en un relato figurado del cual,
por analogía o semejanza, se deriva una enseñanza relativa a un tema que no es
el explícito. Es en esencia, un relato simbólico o una comparación basada en una observación verosímil. La parábola tiene un fin didáctico y podemos encontrar un ejemplo de ella en los evangelios, donde Jesús narra muchas parábolas como enseñanzas al pueblo.
En segundo lugar, podemos tomar las
primeras tres, de las que podemos decir que el mensaje principal está en la
importancia que tiene comprender que Dios nos ama a todos y nos quiere salvar a
todos. No hay exclusividades, pero sí una predilección especial por los
desventajados, los pobres en todas sus manifestaciones y los “perdidos”. Pienso
que los perdidos son los que han tomado la ruta equivocada y no han podido
llegar al lugar de encuentro con Dios, por lo que él sale al encuentro y a la
búsqueda de ellos. Este esfuerzo de búsqueda y encuentro es, desde mi
perspectiva, la acción más excelsa de toda actividad misionera.
En tercer lugar tenemos la cuarta parábola
a la que se le designa tradicionalmente con el título de la “Parábola del hijo pródigo”. Yo prefiero llamarla:
Parábola del padre que perdona y nos
celebra. La misma no se aleja del
mensaje de las tres parábolas anteriores. No obstante, contiene otros elementos
que amplían la enseñanza y la reflexión.
Sobre ésta parábola, además de compartir
el título que yo utilizo para ella, el cual pienso que es muy provocador,
quiero compartir cuatro aspectos con el fin de animar la reflexión personal de
quienes leen estas notas y para pensar por un buen rato.
1.
La
ropa nueva significa…
2.
El
anillo en la mano es símbolo de…
3.
Las
sandalias en los pies para…
4.
El
banquete satisface nuestros deseos de…
“Y los fariseos
y los escribas murmuraban entre ellos: «Ése acoge a los pecadores y come con
ellos.»”
Evangelio
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (15,1-32):
En aquel tiempo, solían acercarse a
Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los
escribas murmuraban entre ellos: «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.»
Jesús les dijo esta parábola: «Si uno de
vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en
el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la
encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa,
reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: "¡Felicitadme!, he
encontrado la oveja que se me había perdido." Os digo que así también
habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por
noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. Y si una mujer tiene diez
monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca
con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas
y a las vecinas para decirles: "iFelicitadme!, he encontrado la moneda que
se me había perdido." Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles
de Dios por un solo pecador que se convierta.»
También les dijo: «Un hombre tenía dos
hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me
toca de la fortuna." El padre les repartió los bienes. No muchos días
después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí
derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino
por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue
entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus
campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las
algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba comer. Recapacitando
entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de
pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi
padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco
llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros." Se puso en
camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y
se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su
hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco
llamarme hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en
seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en mano y sandalias en los
pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebramos un banquete, porque este
hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos
encontrado." Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a
uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: "Ha vuelto tu
hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con
salud." Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e
intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como
te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un
cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo
que se ha comido tu bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado."
El padre le dijo: "Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo:
deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido;
estaba perdido, y lo hemos encontrado."»
Palabra
del Señor
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