Sobre el Profeta Ezequiel




Pensamientos. Filosofía. Teología.

Puerto Rico.

Poesía. Prosa. Ensayo. Cuento. Escritos. Cartas. Origines.

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Política. Libros. Ocurrencias. Sentimientos...




jueves, 30 de diciembre de 2010

Un año que viene y otro que se va

Al concluir un año y con el advenimiento de nuevo año se suscita en muchas personas el deseo de reflexionar sobre las cosas vividas. El momento es oportuno para reflexionar desde lo más profundo del interior sobre las experiencias pasadas, las vividas en el presente y las que se plantean como futuras. En este sentido, se aprende del pasado porque toda experiencia, aunque haya sido negativa, engendra formas que pueden convertirse en un mecanismo que provoca madures humana y espiritual. Mirar las experiencias pasadas nos ayudan a ubicarnos en el lugar en que nos encontramos y ayudan también, a comprender que esas experiencias y acontecimientos son los que han llevado hasta el presente. El presente es para vivirlo con intensidad. Conocemos el pasado pero no sabemos nada del futuro, aunque si bien es cierto, que al obrar conforme a orden de nuestra propia naturaleza y conforme al querer de Dios, los resultados deben ser favorables de cara al futuro, el futuro sigue siendo un porvenir. No obstante ser humano construye su futuro día a día mediante sus pensamientos, palabras y acciones, y estas a su vez van moldeando el presente.

Es muy común que tracemos metas y establezcamos propósitos para el nuevo año. Esto es muy importante porque son motivaciones para continuar creciendo como seres humanos y además animan a continuar viviendo con intensidad y sentido cada instante de la vida. Sin embargo, muchas personas establecen metas y propósitos irreales e inalcanzables. Muchos ni tan siquiera comienzan a realizarlos y los que así lo hacen los olvidan prontamente. Por tanto, es importante que al establecer metas y propósitos para el nuevo año o la nueva etapa que te dispongas a vivir, sean reales y alcanzables. Para esto es necesario hacer un buen discernimiento, establecer prioridades y colocar los pies en la tierra. Mi recomendación es optar por metas a corto plazo que van construyendo un proyecto superior.

No podemos dejar a nuestro Padre Dios fuera de este proyecto, recordemos que Él es el artífice de todo y sin Él no podemos lograr nada. La oración, que es comunicación e intimidad con Dios, nos ayuda en el discernimiento y su Espíritu nos ilumina para poder encontrar el camino correcto.

Que el nuevo año podamos, con la bendición de Dios, lograr la Paz, defender la Vida y vivir el Amor.
El Silencio

Desde el tiempo de Adviento que acabamos de vivir y durante estos últimos días de Navidad, he reflexionado mucho sobre la importancia y la bondad del silencio. Mucho se ha escrito y se ha reflexionado sobre el silencio, sobretodo tenemos el legado de los grandes los grandes maestros de la vida  espiritual del cristianismo y de otras experiencias religiosas. Les invito a realizar una búsqueda y a leer sobre el particular.


En este breve ensayo, no realizaré una exposición sobre el silencio, sólo mencionaré algunas de las formas en que se puede vivir la experiencia del silencio y motivarlos a vivirlo.

Se puede vivir el silencio interior aun cuando afuera haya un ruido ensordecedor. Esto no implica enajenarse de la realidad, sino ser contemplativo en medio de las faenas de todos los días, sea en la casa, trabajo o lugar de desempeño. Sin embargo, también se puede vivir el silencio exterior ubicándose en un lugar propicio para eso. Esto implica el retiro físico o recogimiento espiritual.

También podemos vivir el silencio del corazón y del pensamiento. Esto es llevar al corazón y al pensamiento aquello que recibimos a través de los sentidos y hacerlo vida desde ese mismo lugar. Del mismo modo, se puede vivir el silencio de los labios y de la voluntad, para esto es necesario una gracia mayor.

Nos enseña  Jorge Enrique Mújica, que el silencio es virtud desde el momento en que se busca, provoca la escucha de la voz divina y mueve a la acción de lo que esa voz pide. Es ahí donde, además, ese “hágase en mí según tu palabra”  y que nosotros repetimos de forma parecida en el “hágase tu voluntad” en el Padre Nuestro cobra sentido; porque ahora está abierto ya no a escuchar cuál es esa voluntad sino que además se ponen los medios para cumplirla, vivirla y transmitirla.

Para comenzar a vivir el silencio como una virtud, es necesario poner en práctica el silencio de los ojos que invita a ver lo que necesariamente se debe ver y no lo que pueda robarnos la paz y causar un desasosiego que distraiga la atención de lo esencial. El silencio de los oídos que nos motive a prescindir del ruido para poder estar atentos a los sonidos y muy especialmente a la sonora voz de Dios que quiere sutilmente retumbar en nuestro ser y orientar hacia el bien y hacia el conocimiento de su voluntad.

Para finalizar quiero compartir con ustedes unos versos de Mújica que son fruto del silencio que escucha al Silencio que habla, el de Dios:

Qué bien suena tu voz en el silencio.
Qué lucidez, qué dulzura, que clara.
Remanso de quietud,
invitación a la reflexión,
elocuente decir insinuado,
siempre velado, siempre velado.
Cómo impresiona tu silencio, Señor;
silencio de entrega,
silencio de espera,
silencio de Dios.
Cuánto provecho causa tu silencio…
Vienen a la mente las victorias vividas,
las derrotas sufridas,
las vigilias cansadas,
las alegrías encausadas,
los triunfos conseguidos…
Y la vida: su pasado, su presente
y su futuro…
Y Tú en silencio, pero siempre al lado.
Tú en silencio, mas acompañando.
Tú en silencio; fiel, fiel, fiel; siempre fiel.
¿Cómo no va a estremecerme tu silencio?
¿Cómo no va a ser fuente de cuestionamientos?:
¿a dónde voy, por qué existo,
de dónde vengo y para qué vivo?
Pero en Ti
-¡ay, cómo escucho tus gritos!-
todo esto tiene un sentido.
Señor de la boca callada;
Señor de las palabras tan amplias;
Señor de la voz disimulada;
Señor de cara blanca:
¡luna llena eucarística!
Y si esto me dices en silencio,
qué sería si de la otra forma hablaras.

(Sonidos del silencio).

domingo, 12 de diciembre de 2010

La Educación


2.1. ¿Qué se entiende por educación? [1]

          Es un derecho fundamental y universal, pero también es un deber personal, familiar y social. La educación se ejercita a través de la escolarización, de la preparación para una profesión, del descubrimiento de la propia vocación y de la formación permanente. Por medio de la educación el hombre adquiere cultura, se reconoce a sí mismo y se hace útil para los demás.

Por educación habrá de entenderse aquella acción encaminada al desarrollo de los individuos como personas y para la integración en la sociedad, mediante la transmisión del patrimonio cultural de cada pueblo y de la humanidad. La educación ha de ser:

·         Un proceso global e integrador de transmisión de conocimientos, de difusión de valores, de creación de actitudes y de ofrecimiento de sentido.
·         Un proceso libre de alienaciones, de manipulaciones o de acaparación por parte de algún grupo social.
·         Una tarea de toda la vida -aunque esté institucionalizada en torno a determinadas edades- según un proceso evolutivo, permanente y personalizador.

2.2. La educación es un derecho personal fundamental

La Iglesia entiende que la educación es un derecho inalienable de la persona para orientar de manera ordenada todas sus capacidades (físicas, morales, intelectuales, religiosas, artísticas y sociales).

a) Es un derecho que exige libertad. Esa libertad comprende:

·         Libertad de elección del tipo de educación. Esa elección habrán de hacerla los padres, los tutores o los propios hijos, en su caso.
·         Libertad de creación de instituciones educativas.
·         Libertad de expresión e información para buscar la verdad. Asimismo, se exige libertad de conciencia, de creatividad, de pensamiento, de creencias y de ideología.

b) Es un derecho que exige igualdad:

·         Igualdad de protección jurídica en la creación de entidades y opciones educativas, evitando monopolios o dirigismos
·         Igualdad de oportunidades en el acceso a los bienes educativos y culturales, favoreciendo una justa distribución de los recursos.
·         El Estado debe garantizar la efectividad del principio de igualdad amparando jurídica y económicamente a los ciudadanos para que puedan ejercer su libertad de elección en su educación y enseñanza.

2.3. La educación es un deber personal, una obligación familiar y social y una tarea pública

a) Un deber personal: Además de un derecho, la educación constituye un deber para la persona, el cual responde a la aspiración profunda de todo hombre de convertirse en protagonista y responsable de su crecimiento en humanidad.

b) Es un derecho y una obligación familiar: La familia es la primera y mejor educadora, antes que la escuela y la sociedad. Los padres son los primeros responsables de la educación. Las demás instancias educativas son exclusivamente colaboradores de los padres. No se puede obstaculizar el derecho de la familia a elegir el tipo de educación para sus hijos.

c) Es una obligación social y una tarea pública: La sociedad debe garantizar el ejercicio real y efectivo de los derechos educativos, de conformidad con los principios de la solidaridad y la subsidiariedad. Mediante la solidaridad, cada hombre contribuye con sus semejantes a la elevación cultural, profesional y educativa. Mediante la subsidiariedad, el Estado solamente está legitimado para actuar cuando las personas o los grupos sociales no ejerzan su función y libertad en el proceso educativo.


[1] CUADRÓN, A. y OTROS. Manual abreviado de Doctrina social de la Iglesia… Págs. 147-153
La Justicia no implica Igualdad

               Temprano en la mañana llegué a Río Piedras. El casco comercial y residencial aledaño a la Universidad de Puerto Rico estaba desolado. No sé, si las calles vacías eran producto de alguna orden ejecutiva o a causa de la hora matutina que guarda a los residentes para del descaso sabatino. No quise estacionar mi vehículo dentro del campus universitario previniendo poder salir en caso de ocurrir algún incidente que amerite abandonar los predios de la universidad.  Me dirigí, entonces, al centro docente a tomar un examen de admisión, estos que tienen como requisitos algunos departamentos.  Mientras caminaba hacia el edificio donde se iba a administrar el “test”, pensaba en el pulseo que iba a librar con el inglés durante el mismo. Además, me entretenía observando y contemplando los árboles envejecidos y los envejecidos edificios de la institución, que muestran en sí, el maltrecho cuidado que se le ha dado. “Que mala administración, que poco interés en brindarle a la educación del pueblo lo mejor”, pensaba mientras subía las escaleras hasta el tercer piso. Jamás utilizar el elevador, puedes quedar condenado en el mismo, y en el caso de ser sábado, se corre el riesgo de tener que esperar en el claustro hasta el lunes.

Escuché por los pasillos a los compañeros estudiantes comentar el problema de la cuota que quiere imponer la administración universitaria para que el estudiante pague los platos rotos que han quebrado los vampiros y pirañas de las distintas administraciones académicas y gubernamentales. Ante esta situación, se está debatiendo en diversos foros: estudiantiles, académicos, administrativos, políticos y sociales. Muchos lo han realizado de manera prudente, pacífica y ordenada; y otros han incurrido en violencia verbal y física. En lo que casi todos coinciden en su discusión es en utilizar los términos justicia e igualdad indistintamente. “Porque somos iguales”. “Hay que ser justos con los estudiantes que no tienen para pagar”. “Exigimos igualdad de derechos y de trato por parte de…”. “Es una injusticia para los estudiantes”.

Es importante considerar en nuestra reflexión, que no necesariamente la justicia implica igualdad. Cuando se aplica la justicia se realiza una inclinación a dar a cada una de las partes lo suyo o lo que corresponde adecuadamente. Lo que le corresponde a cada una de las partes no necesariamente es lo mismo, sino lo justo. No lo igual, sino lo que corresponde adecuadamente. La igualdad busca lograr la conformidad de de las partes en la naturaleza, forma, calidad o cantidad de los que se está resolviendo. La igualdad se puede concebir además, como el trato idéntico entre todas las personas, más allá de razas, sexo, clase social y otras circunstancias diferenciadoras entre ciudadanos o beneficiarios del asunto al resolver.

En esta situación que los estudiantes universitarios y muchos otros sectores laborales y sociales en Puerto Rico están luchando hoy, no basta con tener las mejores leyes o normas ni conocer la Declaración Universal de los Derecho Civiles. Tampoco es suficiente saber en qué libro de la Biblia encontramos el tema de la justicia. Lo que en el día de hoy, el Todopoderoso demanda de cada uno de nosotros, es ser constructores de la paz y la puesta en práctica de la justicia en donde quiera que nos encontremos. Todos somos parte de esta sociedad y custodios de los valores de la justicia y la igualdad. Cada gesto o acción a favor de la justicia mantendrá viva la esperanza de un mañana mejor y propiciará la igualdad y la construcción de la civilización del amor. La justicia comienza a vivirse con la verdad y la igualdad se realiza respetando la dignidad de la persona. Esto será utopía mientras no lo vivamos. El día en que nos levantemos del descanso bajo los sauces y comencemos a trabajar por ello, ya no será una utopía.

Concluyo esta reflexión compartiendo con ustedes un fragmento del libro del profeta Ezequiel (Ez 18, 21-32):

“Pero si el malvado se convierte de todos los pecados que ha cometido, observa todos mis preceptos y practica el derecho y la justicia, seguramente vivirá, y no morirá. Ninguna de las ofensas que haya cometido le será recordada: a causa de la justicia que ha practicado, vivirá. ¿Acaso deseo yo la muerte del pecador –oráculo del Señor– y no que se convierta de su mala conducta y viva? Pero si el justo se aparta de su justicia y comete el mal, imitando todas las abominaciones que comete el malvado, ¿acaso vivirá? Ninguna de las obras justas que haya hecho será recordada: a causa de la infidelidad y del pecado que ha cometido, morirá. Ustedes dirán: "El proceder del Señor no es correcto". Escucha, casa de Israel: ¿Acaso no es el proceder de ustedes, y no el mío, el que no es correcto? Cuando el justo se aparta de su justicia, comete el mal y muere, muere por el mal que ha cometido.  Y cuando el malvado se aparta del mal que ha cometido, para practicar el derecho y la justicia, él mismo preserva su vida. Él ha abierto los ojos y se ha convertido de todas las ofensas que había cometido: por eso, seguramente vivirá, y no morirá. Y sin embargo, la casa de Israel dice: "El proceder del Señor no es correcto". ¿Acaso no es el proceder de ustedes, y no el mío, el que no es correcto? Por eso, casa de Israel, yo los juzgaré a cada uno de ustedes según su conducta –oráculo del Señor–. Conviértanse y apártense de todas sus rebeldías, de manera que nada los haga caer en el pecado.  Arrojen lejos de ustedes todas las rebeldías que han cometido contra mí y háganse un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué quieres morir, casa de Israel? Yo no deseo la muerte de nadie –oráculo del Señor–. Conviértanse, entonces, y vivirán.”

viernes, 10 de diciembre de 2010


IGUALDAD O JUSTICIA

              Con el propósito de provocar una reflexión sobre los conceptos igualdad y justicia, en cuales sean sus apreciaciones y aplicaciones, comparto una breve definición de cada uno de los mencionados términos. Luego analizaremos la siguiente sentencia: “La justicia implica igualdad”.

Por igualdad se entiende la conformidad de algo con otra cosa en naturaleza, forma, calidad o cantidad. Requerir la igualdad de condiciones para llegar a un buen arreglo. Se puede concebir además, como el trato idéntico entre todas las personas, más allá de razas, sexo, clase social y otras circunstancias diferenciadoras entre ciudadanos. Y en el estudio físico o matemático es la equivalencia de dos cantidades o expresiones.

No obstante, entendemos por justicia el arte de hacer lo justo, y de dar a cada uno lo suyo. La palabra justicia deriva del latín antiguo "ious", que significa el derecho como conjunto de leyes o estatuto. Comúnmente se conoce como una de las virtudes cardinales. Se le denomina virtud cardinal, en cuanto que, sirve de base para sostener toda la vida moral a la se reducen todas las demás virtudes. Desde esta perspectiva, la justicia es la virtud que se inclina a dar a cada uno lo suyo. Sus tres partes subjetivas son la justicia conmutativa, la legal y distributiva. Estas regulan respectivamente las relaciones ente los individuos armonizando lo propio y lo ajeno. La justicia, desde el punto de vista legal, es el conjunto de reglas y normas que establecen un marco adecuado para las relaciones entre personas e instituciones, autorizando, prohibiendo y permitiendo acciones específicas en la interacción de individuos e instituciones. La Justicia es ética, equidad y honradez.

domingo, 21 de noviembre de 2010

TOLERANCIA

                     Con bastante frecuencia escuchamos hablar sobre la tolerancia como la actitud más excelsa ante los que son diferentes. Nuestra sociedad considera diferente y señala al que piensa distinto, vive de forma distinta, proviene de un lugar distinto, se expresa de forma distinta, profesa una fe distinta y desarrolla sus capacidades humanas de forma distinta.

Cuando buscamos en los diccionarios o en otras fuentes, sean las tradicionales o las cibernéticas, encontramos varias definiciones sobre el concepto. Muchas de estas definiciones son de tipo negativo como por ejemplo: “acción de tolerar, derecho reconocido por la ley para celebrar privadamente actos de cultos  que no son los de la religión del estado, sufrir y llevar con paciencia, permitir algo que no se tiene por lícito, admitir la presencia de alguien y soportarlo a pesar de sus defectos.”

Otros definen con un tono más positivo el concepto tolerancia como “el respeto o consideración hacia las opiniones o prácticas de los demás, aunque sean diferentes a las de la primera parte”. Puede tratarse también, de respetar la libertad del otro en materia de religión o de opiniones filosóficas o políticas, de etnias o culturas, de género o conducta sexual.

Muchos estamos de acuerdo en que la tolerancia es la actitud mínima necesaria para garantizar la coexistencia pacífica a todos los niveles. Sin embargo, la tolerancia no es suficiente para crear las circunstancias para una convivencia  real y constructiva. La misma tolerancia que busca garantizarle a la persona que puede ser diferente y puede permanecer fiel a sus convicciones políticas, religiosas, filosóficas o lo que sea, puede aislar a las partes. El aislamiento o la indiferencia no es parte de la tolerancia y pueden provocar problemas sociales de diferentes tipos.

Desde la perspectiva de la experiencia cristiana, la tolerancia es superada por un valor superior: el del amor al prójimo. Aceptamos al otro que es diferente, que piensa distinto, que vive de manera diferente y profesa otra fe; porque es hijo de Dios, es nuestro hermano y porque lo amamos. Como amamos al otro que es diferente, entonces es parte, y por tanto buscamos la convivencia, la fraternidad, el respeto por la dignidad de la persona y el bien común.

domingo, 14 de noviembre de 2010

NO TE DESESPERES

Si en el transcurso de tu vida, estimado lector, has pensado que no es posible seguir adelante, que las cosas se han vuelto complejas, que el camino es demasiado difícil, que a tu alrededor no hay nadie para ayudarte en la ardua tarea, que no hay remedio para los problemas y que ya todo se acabó; entonces te has desesperado.

La desesperación es sencillamente perder totalmente la esperanza. La esperanza es la virtud teologal la cual creemos en el cumplimiento de las promesas que Cristo nos ha realizado. Esta confianza que tenemos en Cristo, nos lleva a vivir aspirando al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra. El fundamento de nuestra esperanza es la persona de Jesucristo que es Dios omnipotente y bondadoso y no puede fallar a sus promesas. “Sabed que nadie esperó en el Señor que fuera confundido. ¿Quién que permaneciera fiel a sus mandamientos, habrá sido abandonado por Él, o quién, que le hubiere invocado, habrá sido por Él despreciado? Porque el Señor tiene piedad y misericordia” (Eclesiástico 2, 11-12).

Perder la esperanza no es una opción que realizamos directa y voluntariamente. A esto nos llevan situaciones del pasado que no hemos sabido manejar, sea porque no hemos tenido el valor o las herramientas para enfrentarlas, o bien sea, porque han estado fuera de nuestro alcance, puesto que no las hemos producido. Además, cuando tenemos un corazón demasiado apegado a personas, a las relaciones y a las cosas, se va desplazando a Dios de su centro a otro plano donde ya no puede ser para nosotros faro que nos guía. Asimismo, la falta de confianza en que Dios nos ama y nos da la fuerza a pesar de cualquier prueba. Esto nos hace sentir que ya no tenemos fuerzas ante las situaciones que entendemos que no vamos a poder superar.

Quien se desespera ha perdido la esperanza y puede echarse la culpa de su mal o culpar a otro. Pero se ciega, no puede ver cómo resolver la culpa, no cree tener perdón o no cree poder vivir la cruz que lleva. Esto lleva a muchas personas a tomar decisiones incorrectas en el momento incorrecto. Muchas de estas decisiones son irreversibles, es decir, ya no hay vuelta atrás. Otras de estas decisiones, que han llevado a muchos a realizar mudanzas en tiempos de tormentas, pueden corregirse, pero requieren un esfuerzo extraordinario y un trabajo humano sincero y un trabajo sincero desde el corazón. La desesperación si tiene remedio. Jesús vino para liberarnos, para sanarnos. Sólo Él puede penetrar hasta el interior de nuestro corazón y sanar las culpas, perdonarnos y darnos la gracia de perdonar y reparar el daño cometido.

Cuando “el ser humano deja de esperar de Dios su salvación personal, el auxilio para llegar a ella o el perdón de sus pecado. Se opone a la bondad de Dios, a su Justicia -porque el Señor es fiel a sus promesas- y a su Misericordia.” Vea CIC núm. 2091. La desesperanza atenta contra el primer mandamiento.

Santo Tomás de Aquino (Suma Teológica), la desesperación nos paraliza porque nos aparta de los auxilios que Jesús nos ofrece. Entonces nos dejamos llevar por la corriente de los instintos bajos y no luchamos contra ellos con suficiente fortaleza. Nos apartamos del camino de la virtud y de la lucha de cada día.

Pongamos nuestra confianza en el SEÑOR.

lunes, 25 de octubre de 2010

EL ARTE

           Hace algún tiempo, cuando dialogaba con una colega sobre algunos datos históricos de las civilizaciones griegas y romanas. Entre los temas que surgieron en el diálogo, también se abordó el tema sobre las técnicas artísticas universales común a muchas culturas. Luego de ese diálogo, me quedé con la inquietud que me provoca saber, que existe entre mis estudiantes un concepto erróneo de lo que es esencialmente el arte.

El arte no tiene otro objetivo que no sea manifestar la belleza de la naturaleza. La naturaleza imita al arte. Nace de la precariedad del hombre. El ser humano percibe que en la naturaleza hay un grado de perfección  o de plena belleza que no la encuentra en sí mismo. Hay una necesidad de imitar lo contemplado. Se desea poseer lo que se carece. La racionalidad justifica el hecho de la imitación de la naturaleza. Es de este modo que el ser humano comienza a realizar sus manifestaciones artísticas expresando en ellas sus más primitivos deseos movidos por la necesidad de lo que se carece. Esto lo vemos evidenciado en la primera manifestación artística registrada por las civilizaciones humanas, lo que conocemos como arte rupestre. Esta belleza manifestada en el arte es la integración magnifica de la bondad, verdad y de la unidad. El arte se manifiesta utilizando medios que provee la naturaleza y algunas técnicas en un objeto, lo bello que se quiere imitar.

Como he expresado, el arte es la imitación bella de la naturaleza. La imitación es en este sentido admiración o posesión de lo que se carece. El término arte deriva del latín ars, que significa habilidad y hace referencia a la realización de acciones que requieren una especialización, como por ejemplo el arte de la jardinería o el arte de jugar al ajedrez. Sin embargo, en un sentido más amplio, el concepto hace referencia tanto a la habilidad técnica como al talento creativo en un contexto musical, literario, visual o de puesta en escena. El arte procura a la persona o personas que lo practican y a quienes lo observan una experiencia que puede ser de orden estético, emocional, intelectual o bien combinar todas esas cualidades. El arte realiza una abstracción de un detalle de la belleza o de lo más bello que la naturaleza manifiesta en su plena totalidad.

Cuando contemplamos en el objeto la belleza, observamos en el ser los atributos trascendentales. No hay dudas que esta contemplación causa una fruición que desencadena una felicidad que nos saca de nuestros límites y nos lleva a un goce del cual no queremos prescindir.

Cabe aclarar el concepto que poseemos de estética con relación al concepto arte. La estética es la teoría o el tratado de la sensibilidad. La vida estética tiene como objeto la belleza a través de los sentidos. La teoría de la sensibilidad humana (aristiqué) es la relación que tiene la vida estética con la humanización, con la realidad y con la libertad. La estética considera en primer lugar la sensibilidad separada del entendimiento. También de se entiende separada de la intuición todo lo que pertenece a la sensación con el fin de quedarnos con la intuición pura y con la forma del fenómeno, que es lo único que la sensibilidad puede dar a priori. Los clásicos griegos en el siglo A.C. trataron los temas de la belleza de lo sensible y de lo antropológico. En el siglo XVIII nace como disciplina independiente, por la obra del profesor Baumgarten. Entre los años 1750 y 1758, Baumgarten escribe el tratado sobre estética en dos volúmenes.


La apreciación del arte es descubrir a través de la contemplación lo bello. Lo bello radica en la sencillez. La sencillez en la obra de arte está en conseguir la máximo de contenido en un reducido cúmulo de medios.

“El arte es el canto de una privacn

domingo, 24 de octubre de 2010

Recordar…

De regreso a mi hogar, luego de haber pasado un domingo en la altura de la montaña, observé en el crepúsculo la luna llena saliente. La luna parecía dominar el paisaje en el horizonte. Parecía brillar de oro y matices tenues de anaranjados teñían las pocas nubes que recibían la noche en el firmamento. Entonces, cuando contemplaba el gran espectáculo, estalló en mi pensamiento un gran recuerdo acompañado de muchas escenas del amor más profundo sentido en mi vida. Y contemplé en esta luna sus ojos y en sus ojos su mirada… me ardió el corazón.

De este episodio, cuando ya había saboreado la belleza del recuerdo, pensé en el concepto recuerdo. Traje a la memoria, como a manera de descarga, la etimología de la palabra recordar.
La palabra recordar tiene su origen etimológico en el vocablo recordari que está formado a partir de los términos latinos re (de nuevo al objeto) y cordis (corazón). En este sentido, recordar es mucho más que traer a la memoria. Se trata, en el concepto latino, de traer de nuevo al corazón o que se está volviendo a pasar por el corazón.

En el mundo romano el corazón (cor, cordis), no era la sede de los sentimientos, como en algunos lenguajes se entiende hoy, sino el lugar en donde se encuentra establecido el pensamiento. Los antiguos romanos y griegos, en un momento dado, no situaban la mente en la cabeza (caput, capitis), ni en el cerebro (cerebrum), sino dentro del pecho.

En este sentido, la imagen que contemplé en el crepúsculo de la noche de este domingo, luego de haber disfrutado con mis amigos y sus familias las maravillas de la altura, me ayudó a pasar por el corazón las experiencias de un amor. Mañana es lunes y volveré a recordar con otro matiz como lo hago todos los días.

martes, 19 de octubre de 2010


LAS VIRTUDES[1]

La virtud puede definirse como el hábito de obrar bien. Las mismas perfeccionan las potencias operativas. La naturaleza de la virtud está en la prontitud de la voluntad para realizar el bien en cualquier situación dada. La virtud es una disposición habitual y firme para hacer el bien. Permite a la persona no sólo hacer actos buenos, sino dar lo mejor de sí.
“Todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta.”[2]

La necesidad de la virtud

Las potencias racionales, así también como las sensibles, en cuanto son dominadas por las racionales, tienen un amplio margen de indeterminación en su obrar: las mismas pueden tender a diversos objetos, algunos buenos y otros malos, y por eso necesitan una disposición accidentar que las determine hacia los actos buenos.

Para que se dé un acto humano bueno no basta la buena voluntad; es necesaria también la rectitud de las tendencias sensibles y el uso recto de las potencias exteriores. Los apetitos sensibles, por tener un movimiento instintivo propio, pueden revelarse frente a las potencias superiores, y necesitan ser perfeccionados por las virtudes morales. Las virtudes son necesarias para perfeccionar la libertad, porque quiebran en buena parte esa cierta indiferencia de la voluntad, que se ve, además, solicitada por los bienes aparentes que le presentan las pasiones desordenadas.

Las virtudes intelectuales

Las virtudes intelectuales inhieren y perfeccionan a la inteligencia especulativa o práctica. Las virtudes de la inteligencia son: el hábito de los primeros principios teóricos (intellectus) y morales (sidéresis); el hábito de considerar las cosas desde la Causa última de toda la realidad (sabiduría); y el hábito de estudiar las últimas causas de cada género de cosas descendiendo desde ellas a conclusiones lo que conocemos como (ciencias).

Modo de adquirir las virtudes
Las virtudes humanas se adquieren por la repetición de los actos. Estas potencialidades al ser movidas por una potencia superior, reciben de ellas una disposición, porque todo lo que es movido por otro, es dispuesto por el acto del agente. Si esta disposición se repite se hace estable y se genera al hábito. Existen algunos hábitos que pueden llamarse naturales porque proceden en parte de la naturaleza y en parte de los actos del hombre. estos hábitos son dos: el de los primeros principios especulativos (intellectus) y el de los primeros principios morales (sindéresis).

Las virtudes disminuyen y se pierden mediante la realización de actos contrarios a los propios de la virtud. La prolongada sensación de actos virtuosos puede ocasionar el debilitamiento e incluso la pérdida de la virtud.

Las virtudes cardinales

La palabra cardinal proviene de la voz cardo, que significa gozne. Se emplea para denominar una serie de virtudes porque son como la base o las que sostienen toda la vida moral a la que se reducen todas la demás virtudes. Se conocen como virtudes cardinales: la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza.

Se pueden considerar como virtudes generales porque se comportan como condiciones de cualquier acto de virtud: acierto en lo que hay que hacer (prudencia), armonizar lo propio y lo ajeno (justicia), ánimo que venza el temor al esfuerzo y las dificultades (fortaleza) y moderación de los impulsos (templanza).

Prudencia
La prudencia la podemos definir como la recta medida de lo que se ha de obrar. Inclina a la inteligencia a juzgar de acuerdo con la norma moral, acerca de los actos concretos de apetitos sensibles y voluntarios.

Justicia
La justicia es la virtud que se inclina a dar a cada uno lo suyo. Sus tres partes subjetivas son la justicia conmutativa, legal y distributiva: regulan, respectivamente, las relaciones entre los individuos.

Fortaleza
La fortaleza es la virtud que regula los actos o pasiones del apetito irascible, y tiene por objeto el bien arduo y difícil de conseguir. Modera según el dictamen de la prudencia, tanto el temor que inhibe de las obras por el esfuerzo que requieren, y la audacia temeraria que afrontan los peligros innecesarios.

Templanza
La virtud de la templanza perfecciona el apetito de lo concupiscible, que se dirige al bien deleitable, moderando los placeres corporales según el orden de la recta razón. Tiene la importancia de evitar que el hombre se sumerja por completo en lo material, haciendo posible que el alma quede libre para conocer y amar a Dios, ocuparse de los demás, desarrollar y una labor intelectual o profesional, etc.

Las virtudes teologales[3]

Las virtudes teologales adaptan las facultades del hombre a la participación de la naturaleza divina. Las virtudes teologales se refieren directamente a Dios. Disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad, al que tienen como origen, motivo y objeto. Las virtudes teologales son la fe la esperanza y la caridad. Las virtudes teologales fundan, animan y caracterizan el obrar moral del cristiano.

La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que El nos ha dicho y revelado. La esperanza es la virtud por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo. La caridad es la virtud por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por El mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios. La caridad es la expresión del amor.

VALORACIÓN PERSONAL


Dios ha creado al hombre racional confiriéndole la dignidad de persona humana dotada de la iniciativa y del dominio de sus actos. Estos actos los podemos realizar partiendo del don de la libertad. La libertad es el poder, radicado en la razón y en la voluntad, de obrar o de no obrar conforme a lo establecido como norma moral. La libertad es el hombre una fuerza dada para el crecimiento y para la maduración de la bondad y de la verdad. La libertad alcanza su mayor perfección o plenitud cuando está ordenada a Dios.

La libertad hace al hombre un sujeto moral o bien ético. Cuando el hombre actúa deliberadamente, es el padre de sus actos. Los actos humanos, es decir, libremente realizados tras un juicio de conciencia, son calificados moralmente como buenos o malos.

Para la realización de los actos se nos disponen las virtudes. Las virtudes morales se adquieren mediante las fuerzas humanas. Son los frutos y los gérmenes de los actos moralmente buenos. Disponen todas las potencias del ser humano para armonizarse con el amor divino: Dios.

No hay duda de la importancia que tiene el desarrollo de las virtudes, pues ayudan al hombre a organizar su vida guiada por las acciones necesarias y buenas. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas.

“El objetivo de una vida virtuosa consiste en llegar a ser semejante a Dios.”[4]

[1] Cfr. Rodríguez, A., Ética, Ediciones Universidad de Navarra, S. A. (EUNSA), Pamplona, 1989, 131-143.
[2] Cfr. Flp 4, 8
[3] Cfr. CIC. “las virtudes teologales”, núm. 1812-1829.
[4] Cfr. San Gregorio de Nisa, beat. 1
Icono Ruso sobre La Trinidad de A. Rublev que data del siglo XV.


Las cualidades del ser

El ser en cuanto ser
posee los trascendentales.
Son cuatro cualidades
que lo hacen resplandecer.

La primera es la unidad
de las partes integradas.
Es la cosa unificada
que no acepta dualidad.

La verdad es la segunda
de las cualidades. Se impone
a la inteligencia que propone
de sí, conformidad profunda.

La tercera es la bondad.
En todo lo que existe presente
por el mero hecho de ser ente.
Todo es bueno en realidad.

He aquí la belleza
Que es la cuarta cualidad
síntesis de la verdad y la bondad
que unifican la riqueza.

Dios es de personas la unidad;
de palabras, la sola verdad;
de los actos, suma bondad.
Es la belleza que otorga libertad.

lunes, 18 de octubre de 2010


Un comentario a “YO, TAMBIÉN”

Quiero compartir con ustedes una corta reflexión que he realizado a la luz del contenido de la película: “Yo, también”. La misma ha sido galardonada con más de diez premios de títulos internacionales. En ella se desarrolla la historia de Daniel, un joven sevillano de 34 años, quien es el primer europeo con síndrome Down que ha obtenido un título universitario. Comienza su vida laboral en la administración pública donde conoce a Laura, una compañera de trabajo. Ambos inician una relación de amistad que pronto llama la atención de su entorno laboral y familiar. Esta relación se convierte en un problema para Laura cuando Daniel se enamora de ella. Sin embargo esta mujer solitaria que rechaza las normas encontrará en él la amistad y el amor que nunca recibió a lo largo de su vida. (http://www.yotambienlapelicula.com/sinopsis.html)


He tomado tres frases de los diálogos del filme, alrededor de los cuales realizo una síntesis de mi reflexión. A continuación un esbozo de aquello que entiendo me hizo sentido.
Primera frese:

“Soy síndrome Down de los pies a la cabeza”

El primer paso es reconocerse tal cual somos. Es abrirse al autoconocimiento para descubrir todas nuestras virtudes y todas nuestras debilidades. Esta es la única forma en que podemos hacernos mejores seres humanos. Dice Ireneo de Lyon, uno de los padres de la Iglesia, que no se puede redimir lo que no se asume; es decir, aquello que no descubro en mi persona, no lo puedo elevar. No puedo resaltar mis virtudes y ponerlas al servicio propio y de los demás, si no las conozco. De igual manera, no puedo enfrentar y trabajar mis debilidades y defectos, si no los reconozco.


Cuando Daniel dice esta frase, en mi opinión, es el momento en que Laura comienza a fijarse en ella y busca reforzar su autoestima tan pisoteada por experiencias pasadas. Este es el momento en que ella se da cuenta que somos como somos…, que cargamos para siempre el pasado y por tanto hay que aprenderlo a cargar, que cuando amamos desde la recta intención se ama de verdad y se superan los obstáculos.


Daniel sabe que puede amar como él es, y Laura descubre que no es necesario teñirse el cabello de otro color y mudarse a una tierra lejana. No podemos engañarnos, eso no nos cambia. Nos cambia la voluntad fortalecida por el “soy verdaderamente así que nos transforma”.

Segunda frase:

“Para que tanto esfuerzo, si no voy a ser feliz”

Es la perseverancia versus la frustración.


Ante el desconcierto de recibir aquello que no esperamos en la vida y que sabemos nos la cambiará, muchos optan por transformar lo recibido. Esto requiere de un esfuerzo muy grande y en ocasiones sobrehumano. Muchos con el empeño y la perseverancia logran alcanzar la meta de transformación propuesta y otros mucho más. No obstante, algunos nunca lo logran y se resignan a “bregar” con lo que hay.


Ángeles, la madre de Daniel, pertenece al grupo de las mujeres luchadoras que logran transformar lo que pretenden. Pero como toda causa tiene su efecto, toda transformación también tiene su consecuencia. Claro que el mayor daño no lo vive ella en carne propia. Lo vive Daniel su hijo, desde un corazón sencillo que quiere amar, como ama y es amado su hermano. La felicidad personal y de los demás no se puede pretender cambiando las cosas y forzando el camino personal y de los demás. La felicidad personal y del prójimo se logra viviendo lo que hay que vivir con intensidad, elevándolo a un nivel superior, no desde la conformidad sino desde el compromiso.


El único esfuerzo es el de vivir plenamente, entonces no se produce ninguna frustración, desesperanza, ni infelicidad. Vive tu vida. No pretendas vivir la del otro ni darle el curso preferido.

Tercera frase:

“Somos amigos nada más…Y nada menos…”

No confundamos la gimnasia con la magnesia. Somos una sola cosa. No somos varias cosas ni mitades de ellas. Nuestras relaciones interpersonales jamás pueden ser, en la clave de una buena salud emocional y relacional, apariencias de algo.


“Somos amigos nada más…Y nada menos…”, significa que somos amigos en plenitud. “Somos amigos nada más”, no significa que somos amigos por compromiso o conformismo, sino porque lo somos. Esto es, amigos con todo lo significa eso. A los que considero que son mis amigos les digo que un amigo es custodio del alma. “Nada menos…”


No hay que forzar las cosas ni provocar que acontezca lo irrealizable. “Somos amigos nada más…Y nada menos…”

sábado, 16 de octubre de 2010


LA FELICIDAD

Ante todo, lo que puede expresar nuestra voz profética, en cuento a los acontecimientos de hoy, otra tarea ardua es definir el concepto felicidad. La pregunta más frecuente entre los que buscan vivir la felicidad es: ¿Cómo ser feliz en medio de tantos problemas?. A esta pregunta le sigue: ¿por qué no soy feliz? y ¿cuándo lo lograré?.

En mi opinión, lo primero que tenemos que realizar es conocer claramente el concepto felicidad. Esta tarea, sin lugar a dudas, trae como consecuencia que se suscite seguramente un debate complicado y controversial. El ser humano ha tendido durante mucho tiempo a perseguir la felicidad como una meta o un fin. Como resultado de esta búsqueda, todas las civilizaciones humanas han desarrollado diferentes formas de entender la felicidad.

Las diferentes culturas han coincidido en entender la felicidad como un estado de bienestar ideal. No obstante, parece ser que este estado de bienestar ideal, se compone de pequeños momentos, de experiencias y detalles vividos en el día a día. Lo que también parece ser común, en la opinión de quienes han experimentado la felicidad, es la futilidad, esto es, la capacidad de aparecer y desaparecer de forma constante a lo largo de toda la vida.

Lo segundo que tenemos que resolver es la controversia sobre dónde hemos de buscar la felicidad. Descubrir si se encuentra en los acontecimientos externos o en las disposiciones internas, en los elementos materiales o espirituales. La felicidad para John Locke es una disposición de la mente y no de las circunstancias de la vida.

La felicidad es un concepto con profundos significados que incluyen la alegría junto a otras muchas emociones manifestadas siempre de diversas maneras en cada persona. La felicidad no excluye el compromiso, la lucha, el reto e incluso el dolor.

La felicidad es la plenitud de la esencia y, como tal, es la meta final de la vida. Está enfocada según la diversidad de los casos como es la posesión de bienes, virtudes, conocimientos o de disfrute de placer.

La felicidad es motivación. La felicidad es la actividad dirigida a algo, el deseo de la búsqueda y del encuentro con las cosas esenciales de nuestra propia naturaleza. No es el logro ni haber obtenido lo deseado.

Para San Agustín la felicidad es beatitud. Es la plenitud del ser humano en la contemplación de Dios.

viernes, 8 de octubre de 2010


El Espacio

En el argot postmodernista, el concepto utilizado para hacer transiciones en los diferentes momentos que desea vivir la persona contemporánea, es el de espacio. Hablo de momentos que desea vivir la persona y no de etapas del desarrollo humano o etapas de vida, porque son periodos que la persona crea porque desea vivir experiencias particulares. Esto es diferente a las etapas naturales del desarrollo humano o etapas de vida que surgen de nuestra propia naturaleza. A continuación haremos un esbozo de lo que significa el concepto espacio en la clave profética que caracteriza este medio.

En la física el espacio es el lugar donde existen los objetos y los fenómenos físicos y donde estos tienen su posición y su dirección.

En la astronomía el espacio es la extensión del universo donde están contenidos todos los objetos sensibles. Entre ellos se encuentran los astros celestes y el resto de la materia espacial.

En la aeronáutica el espacio aéreo es la parte de la atmósfera donde tiene lugar el vuelo de las aeronaves y que está sujeto a la jurisdicción del Estado que cubre.

En las artes plásticas el término espacio se utiliza para denominar un sitio o lugar, siendo como consecuencia de esta situación que se use la palabra para referirse a los distintos ámbitos especialmente relacionados con el arte y la cultura en los cuales se congrega la gente para observar, contemplar, aprender e intercambiar cuestiones que hacen a estas materias y que precisamente se los conoce como espacios de arte o espacios culturales.

En la filosofía existe un campo de estudio especulativo que llamamos la filosofía del tiempo y del espacio. Esta es la rama que estudia los aspectos relacionados a la ontología, la epistemología y la naturaleza del espacio y del tiempo. Además hace reflexión sobre como el espacio interfiere en el tiempo.

En el amor, desde el pensamiento contemporáneo, el espacio es el escenario en donde se desarrollan las experiencias vividas entre las personas que se aman en cualesquiera de sus manifestaciones. Es la cercanía que hace crecer o que entorpece el crecimiento. Es el perímetro que provoca el éxito personal, profesional y espiritual; o bien el fracaso de lo mismo.

En este sentido los espacios personales o sociales los creamos para nuestra conveniencia. Además, parecen ser necesarios para divertirnos, despejarnos, satisfacer nuestras apetencias y sentir placer. En fin, creamos estos espacios para hacer lo que nos da la gana.

En mi opinión, el espacio personal o social que construimos es el ámbito íntimo de la comunicación, de la confidencialidad y de la solidaridad. Es el escenario del solo crecimiento sin que esto signifique la ausencia de dolores y momentos difíciles. El espacio personal o social, el lugar en el que el ser humano se hace con el otro; sea prójimo, familia, amigo o pareja; cada vez mejor ser humano.

domingo, 26 de septiembre de 2010


El Tiempo


Luego de poco más de dos meses sin compartir alguna reflexión, estoy nuevamente dirigiéndome a la comunidad virtual para continuar con esta experiencia expositiva de la realidad que vivimos. Que no haya pasado por este medio durante este periodo de tiempo, no significa que no he podido producir nada, todo lo contrario. He vivido experiencias intensas que me han llevado a detenerme para asimilar poco a poco todo lo que ha sucedido durante los últimos días. Bueno, no a detenerme, mejor dicho, a vivir a otro ritmo otras cosas.

En nuestro afán por buscar razón de los acontecimientos de nuestras vidas y de todo lo que ocurre a nuestro alrededor, muchas veces nos lleva a vivir aceleradamente. En ocasiones, el deseo de obtener y conocer lo que deseamos, nos lleva a vivir la desesperanza cuando no lo alcanzamos. Esto, trae como consecuencias la distracción, el cansancio, la frustración, la desilusión y lo peor de todo, cuestionarnos el sentido de la vida.

Quisiera dar explicaciones y compartir con ustedes lo que he vivido durante los últimos meses, pero en este momento, me voy a dedicar a reflexionar un poco sobre el tiempo. Más adelante les contaré mis experiencias cuando reflexionemos sobre nuestra realidad a la luz del profeta Ezequiel.

Nuestra voz profética hoy nos invita a valorar y a utilizar bien el tiempo. El tiempo acompañado del talento y los tesoros es, según algunos teóricos contemporáneos, uno de nuestras tres grandes posesiones. El tiempo es lo opuesto a la eternidad de la cual Dios es dueño. Para algunos filósofos la eternidad consiste en “la autoposesión supranatural, inmutable de su propia esencia con absoluta perfección, tiempo es la sucesión de los estados de las cosas finitas, creadas y mutables, que en el transcurso de la realización de su ser (originarse) y de la pérdida de éste (perecer) alcanzan nuevas y nuevas configuraciones del futuro y, tras el momento de su posesión, vuelven a rebasarlas, dejándolas atrás en el pasado”.

Por tiempo entiendo en primer lugar, aquello que tiene un comienzo y un fin determinado, lo que está orientado a una meta y es irreversible e irrepetible en el tiempo de la existencia y persistencia de un ente limitado a través de sus diversas y cambiantes formas.

En mi pueblo el tiempo es vida y en mi experiencia también es vida… y cuando pasa dejamos de vivir. Por eso hay que vivir con intensidad el tiempo, porque es finito y no sabemos las nuevas configuraciones del futuro. Este tiempo se vive en un espacio. Aunque, sobre el espacio reflexionaremos luego, diré que el espacio es el lugar donde se materializan los acontecimientos en el tiempo.

Estoy aprendiendo a vivir el tiempo. A vivirlo junto a mí. Y a vivirlo con la gente que amo. Algunas de estas personas que amo y con las cuales vivo el tiempo están cerca de mí y otras han decidido estar lejos.